Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. El le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. El le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.
Queridos amigos estamos transitando los últimos días del tiempo pascual, cercanos a la fiesta de Pentecostes la fiesta del Espíritu Santo y para terminar con este camino pascual hoy nos encontramos con una pregunta que nos hace Jesús, la misma pregunta que le hizo a Pedro en el capítulo 21 de San Juan “¿Me amas?” por tres veces, me amas?, me quieres; la Fe es una cuestión de Amor, seguirlo a Jesús es una decisión de amor una decisión de amor que va más allá de nuestras limitaciones, nuestros pecados o de nuestras dudas.
Creer es una cuestión de amor, seguirlo a Jesús es una opción de corazón, una decisión amorosa; a Dios que nos ama les respondemos con el amor: me quieres?, si Señor tu lo sabes todo, tu sabes que te quiero esa es la expresión de nuestro corazón, Dios que nos conoce le entregamos lo que somos, le entregamos lo que tenemos, le entregamos nuestros deseos, nuestros sueños también nuestras limitaciones y nos ponemos detrás De El para seguirlo entonces sígueme le dice Jesús a Pedro, entonces sígueme nos dice Jesús a nosotros
Que tengas un hermoso día a la espera del Espíritu Santo
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