El fuego de pentecostés, como todo incendio, nos moviliza de manera urgente.
En este tiempo, nos llenamos de la fuerza del Espíritu Santo.
Llamados a salir al encuentro.
Impulsados a amar creativamente.
Inspirados a acompañar, con el cuerpo y el alma.
Motivados a ayudar al que tenemos al lado.
Acarreados por el bien.
Abrazados por la misericordia.
Iluminados por la vida misma.
Llenos de paz, la paz que viene de Jesús.
Pentecostés incendia nuestros límites y nos pone en camino, en el camino que Jesús ya nos mostró.