Pues sí, cosa bonita es sabernos esperados, es decir, amados.
En tiempos sin turbulencias pandémicas, el mate preparado se unían con las medialunas recién hechas en camino mientras nuestra mirada se asomaba ansiosa por aquél amigo acercándose.
Bueno, este domingo llega el Espíritu Santo y sería lindo prepararnos de la misma manera aunque distinto, somos más vida recorrida.
Esperarlo no va implicar tener una vida impecable, el corazón sin raspones ni un diario con todas nuestras respuestas o trofeos en la estantería de los intentos. Simplemente, se trata de estar.
Con el “¡Ven, Espíritu Santo!”, ya vamos abriendo la puerta sin vergüenza a que nos vea cómo estamos, a si estamos desordenados, si debajo de algo que vivimos está lleno de polvo.
Nos encontramos el domingo, sin otro protocolo que el quererlo.