Oración: dejar que hable el corazón

viernes, 22 de junio de

La oración es un diálogo con Dios.
Un diálogo que unas veces lo hacemos con palabras.
Otras veces dejamos que solo hable el corazón.
Otras, incluso, en las que habla el silencio y la escucha.

 

Hay diálogos en los que solo hablamos de nosotros mismos.
Hay diálogos donde tratamos de sintonizar con los sentimientos de los otros.
En la oración, muchas veces, solo le hablamos de nosotros.
La oración es más auténtica cuando callamos y escuchamos.
Le dejamos hablar a El.
Y nosotros como María hacemos silencio y escuchamos.

 

Con frecuencia creemos que somos nosotros los que tenemos mucho que decirle a Dios, cuando en realidad es El quien tiene mucho que comunicarnos.

 

La oración no es tanto para darle a Dios noticias de nosotros.
“Su Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan”.
La oración no es para convencer ni cambiar la voluntad de Dios.
La oración es para crear un ambiente espiritual en el que podamos escuchar su voluntad.

 

Por eso Jesús nos regala con la mejor oración: “el Padre nuestro”.
una oración que nos mete en ese clima de paternidad y filiación.
Una oración que hace brotar la alegría de nuestra alabanza y reconocimiento hacia El.
Una oración que trata de hacernos sentir los verdaderos intereses de Dios.
“Yo no hago nada por mi cuenta sino lo que el Padre me ha mandado”.
Una oración llamada a ponernos esa actitud de disponibilidad de servicio y compromiso con el Reino.
Una oración que nos hace sentir los mismos sentimientos de Cristo Jesús en su relación con el Padre, con el Reino y con los hombres.

 

Solo en un segundo momento nos convertimos nosotros en objeto de nuestra oración.
Pero no tanto como pedigüeños que tratamos de que Dios soluciones nuestros problemas sino que nos ayude en nuestras debilidades y nos haga fieles a su amor.
Una oración que brote del amor hecho perdón.
Una oración que nos haga fuertes en nuestras fragilidades.

Hablamos demasiado.
Y Jesús nos lo dice “no usen muchas palabras”.
Utilicen más el silencio.
Dejen que habla su corazón.
Dejen que hable su amor.
Dejen que hable él dentro de ustedes.

 

¿Qué no sabemos qué decirle a Dios y estamos desganados?
No importa: “Señor aquí estoy”.
¿Qué no tenemos ganas de hablarle?
No importa. Dios entiende mejor el silencio que las palabras.
¿Que estamos cansados y no nos sale nada?
No importa. ¿No has visto cómo el niño se duerme en brazos de su madre?
¿Qué nos quedamos dormidos en la oración?
¿Y nunca has visto cómo el niño se queda dormido con la tetita de la madre en la boca?
¡Y qué maravillosa comunicación entre madre e hijo!

 

Eso sí. Nunca olvidemos que la verdadera oración ha de brotar de un corazón que no solo ama a Dios sino que ama y perdona a los hermanos. Sin amor y sin perdón, nuestras palabras se las lleva el viento.

 

 

Clemente Sobrado cp.

 

Milagros Rodón