Y él les enseñaba: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Hoy el Evangelio nos presenta a dos modelos de personas: la de los escribas y la de la viuda. Por un lado, Jesús nos pide que nos cuidemos de las actitudes sínicas de los escribas que aparentan una cosa pero que en realidad dejan mucho que desear. Por otro lado, Jesús alaba la actitud generosa de la viuda que se animó a dar en la ofrenda todo lo que tenía para vivir, no dio lo que le sobradaba sino todo. Muchas veces un detalle, aunque sea pequeño pero entregado de corazón, lo es todo.
Es importante mirar nuestra vida, nuestra forma de ser, nuestras actitudes. ¿Cómo soy yo? Al dar ¿Lo que hago con mezquindad o generosidad? Cuando hago una obra de bien ¿Lo hago de corazón? O ¿Lo hago para que sólo me vean?
Jesús vio la generosidad de la viuda. Recordemos lo que lo que nos enseña la Palabra de Dios “Dios no mira como mira el hombre, porque el hombre mira las apariencias, pero Dios ve el corazón”. La viuda con su ofrenda le ofrece a Dios su vida, sus seguridades humanas, sus preocupaciones, para apoyarse totalmente en Dios. Es un ejemplo de abandono total a los brazos de Dios. Cuando realizamos la ofrenda, al igual que la viuda, tenemos que depositar toda nuestra confianza en Dios, ponernos en sus manos, nuestras vidas, nuestros proyectos y sueños, todo.
En este día que el Evangelio nos impulse más a ser más generoso y confiar más en Dios, en su providencia.
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