Lunes 14 de Junio de 2021 – Evangelio según San Mateo 5,38-42

jueves, 10 de junio de
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Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

Palabra de Dios

Padre Gustavo Ballario

En las sociedades arcaicas donde no existía un poder estatal capaz de mantener el orden, se recurría fácilmente a la venganza, a las represalias sin límites. El responsable de un delito, si descubierto, era sometido a castigos ejemplares públicos, tan severos y crueles como para disuadir a otros a no cometer los mismos errores. La represalia no dejaba de ser un modo bárbaro de hacer justicia. Lamec, el descendiente de Caín se protegía a sí mismo sembrando el terror: “yo he matado a un hombre por herirme y a un muchacho porque me golpeó. Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete” (Gn 4,23-24).

Para poner un límite a estos excesos, la Torah había establecido el “ojo por ojo y diente por diente” (Ex 21,23-25). Quizás sea ésta la ley más manipulada de toda la historia del derecho. Es citada, por ejemplo, cuando recibido un desprecio se paga con la misma moneda. “Ojo por ojo y diente por diente” equivale, en estos casos, a negar toda compasión y clemencia al culpable. En realidad, la disposición tenía otro significado: vetaba los así llamados castigos ejemplares y las represalias. Cada uno debía pagar por la culpa cometida y no por todo el mal presente en el mundo.

Entendida correctamente, permanece válida también hoy, garantizando la equidad en las sentencias si se practica correctamente. Jesús no la considera abolida, pero propone ir más allá de esta justicia rigurosa e invita a afrontar el problema de la violencia de otra manera (vv. 38-42).

Los rabinos de su tiempo enseñaban: “Que te maten, pero tú no mates”, añadiendo a continuación: “sin embargo, si alguno te agrede y quiere quitarte la vida, no reflexiones, no te digas a ti mismo: a lo mejor me hago culpable de su sangre; ¡mátalo, antes de que sea él quien te mate”!

Esta interpretación de los rabinos no suscitaba objeciones y podía encontrar justificación hasta en la Torah. Jesús, sin embargo, no la acepta y, sorprendentemente, dice a sus discípulos: “Pues yos les digo que no opongan resistencia al que les haga el mal” (Mt 5,39). En vez de hacer violencia al hermano, debemos estar dispuestos a soportar la injusticia. Estas palabras no dan lugar a equívocos; sin embargo, para evitar malentendidos, añade cuatro ejemplos tomados de la vida cotidiana de su pueblo.

El primero se refiere a la violencia física: “Si uno te da una bofetada en tu mejilla derecha, ofrécele también la otra”… (v. 39). Cuando se recibe una bofetada, si el agresor no es zurdo, es la mejilla izquierda la golpeada. Jesús habla de la derecha porque la ofensa recibida es mayor: se trata de un “revés” (con el dorso de la mano), un gesto de desprecio y ofensa gravísima, castigada en Israel con una multa igual al salario de un mes. Jesús no recomienda al discípulo ser más bueno o menos exigentes a la hora de recibir la compensación por el desagravio, exige un comportamiento radicalmente nuevo: “ofrécele también la otra mejilla”.

¡Buenos sí, pero no estúpidos!, se suele decir. Ciertamente las palabras de Jesús no deben ser entendidas literalmente (esto sí que sería una verdadera estupidez). Cuando él recibió la bofetada no presentó la otra mejilla, sino que protestó (cf. Jn 18,23). Lo que se exige del discípulo es la disposición interior a aceptar la injusticia y asumir la humillación antes que reaccionar y hacer daño al hermano.

Si a la violencia se reacciona con otra violencia, no solo no viene eliminada la primera injusticia sino que se añade otra más. Este círculo solo puede ser roto con un gesto original, absolutamente nuevo: el perdón.

El segundo ejemplo se refiere a la injusticia económica (v. 40). En Israel hombres y mujeres se cubrían con dos tipos de vestimenta: una túnica de mangas largas o cortas que cubría el cuerpo desnudo y una amplia capa. Se envolvían en la capa (manto) cuando hacía frio y se despojaban de ella para hacer trabajos serviles. Los pobres la utilizaban también como manta por la noche, por eso la Torah establecía que la capa, si se dejaba como garantía, tenía que serle devuelta al pobre antes del anochecer (cf. Ex 22, 25-26).

Jesús propone un caso límite de injusticia: un discípulo es llevado a los tribunales porque le quieren embargar también la túnica, después de haberle quitado ya todos sus bienes. ¿Qué debe hacer? No otra cosa que manifestar su total e incondicional rechazo a entrar en litigio. Por eso cede también la túnica, el último indumento que le queda (aquel que no se podía ser requerido como garantía), estando dispuesto a permanecer desnudos como su Maestro en la cruz.

Y vos que sos un discípulo de Jesús, estás viviendo el camino del perdón y de la reconciliación? ¡Hasta la próxima!