Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole”: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”. en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”. Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
En este evangelio, Mateo nos pone ante los milagros de sanación que Jesús hace en Cafarnaún. Destacan la curación del servidor del centurión y la curación de la suegra de Pedro.
En el relato vemos dos encuentros con el Señor bien distintos. En el soldado vemos humildad, al reconocer su indignidad, vemos fe por la confianza depositada en Jesús, y caridad ya que intercede por su siervo, no pide para sí. El encuentro se produce gracias a la necesidad y a la atracción que ejerce la persona de Cristo.
Con la suegra de Pedro es Jesús el que va a curarla, la busca, la toma de la mano y se le pasa la fiebre. Como consecuencia del milagro, de ese encuentro, se da en ella la caridad a través del servicio.
Después de realizar las dos curaciones el Evangelio termina diciendo sobre Jesús “Él tomó nuestras debilidades y cargo sobre sí nuestras enfermedades”.
Que lindo lo que Jesús realiza sobre nosotros cuando tenemos fe, cuando confiamos en él, cuando le dejamos que se acerque para curar y sanar nuestras vidas. En este día le presentemos a Jesús todas nuestras dolencias, propias y también las de las demás. Recordemos que nuestras oraciones por los demás también realizan milagros como la del Centurión que le pidió a Jesús que sane a su siervo. En estos tiempos de Pandemia Jesús sane a muchos enfermos. Nosotros confiemos y pidamos con mucha fe.
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