Domingo 18 de Julio de 2021 – Evangelio según San Marcos 6,30-34

miércoles, 7 de julio de
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Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

 

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Cuando la vocación nos ocupa la mente y el corazón, cuando la misión que Dios nos encomienda nos enamora y nos apasiona, experimentamos una alegría inmensa, de esas que no podemos callar y que es bueno compartir con otros. Experimentamos el entusiasmo, el vivir con sentido, aún en medio de dificultades. A su vez, nos vemos impulsados a la perseverancia, a abrazar el deseo de amar y servir con mayor generosidad y compromiso, a la manera de Jesús.

Pero también corremos el riesgo de descuidarnos, de dejarnos de tener en cuenta, y no dedicar tiempo a nuestra propia interioridad, a lo que nos hace bien, a lo que nos ayuda a madurar y a cuidar nuestros vínculos para vivirlos en clave de libertad y de amor. Es necesario que nos tomemos el tiempo para descansar, para rezar, para mirar hacia adentro, para volver a la fuente, y que ello nos permita caminar con sentido, con autenticidad, caminar con compañía, en Iglesia, y caminar con paz y una mayor alegría, aún en tiempos difíciles.

Quizás, muchas veces, podemos justificar el descuido de nuestra propia interioridad por las distintas situaciones que nos ocupan o nos preocupan; pero eso es una trampa que nos lleva a caminar con pasos cortos, con miradas cortoplacistas que terminarán desgastándonos. Qué bueno contemplar a Jesús recibiendo a los discípulos cuando llegan de la misión. Los atiende, les pregunta cómo les ha ido, los escucha, promueve que compartan lo que han experimentado, y les propone apartarse de la actividad, y buscar un lugar desierto para descansar y estar a solas. Jesús se toma en serio la necesidad de nuestros corazones, la importancia del descanso, del fortalecimiento, y de buscar los espacios de soledad y de interioridad.

Hermoso ver a Jesús cuidando a sus amigos, y enseñándoles a cuidarse, porque la misión exige que la vivamos desde dentro, y eso implica que dediquemos tiempo a nosotros mismos y a la comunidad, a nuestro ser Iglesia, a nuestro ser familia.

Muchas veces podemos confundir el descanso restaurador con buscar distracciones que nos evadan de la realidad y que nos aturdan, confundimos el descanso con la desconexión pretendiendo que el mundo se detenga para bajarnos de él. Pues, la propuesta de Jesús va por otro lado. En aquel tiempo sucedió que Jesús y sus amigos atravesaron el lago para poder estar solos, y la gente corrió por la costa para volver a encontrarse con ellos y seguir escuchándolos. Y aquí vemos cómo el Señor, siempre con el corazón abierto, siente compasión de la gente porque están como ovejas que no tienen pastor, y continúa enseñándoles. Que el descanso que busquemos, no sea cortar con todo, no promueva en nosotros el individualismo, sino que lo procuremos de un modo que siempre tengamos el corazón abierto a la fraternidad. El amor a nosotros mismos, el cuidado de nuestra interioridad, nunca estará peleado con el amor a los demás.