Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”.
Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor
En el Evangelio en la versión de Marcos nos encontramos con el relato de este echo de la vida de Jesús que el comparte con sus amigos y discípulos más íntimos y donde nos resuena las palabras, la voz del Padre “este es mi hijo muy querido, muy amado escúchenlo”; palabras que también nos resuenan en el Bautismo de Jesús.
Esta revelación de Jesús como el hijo Amado, como la Palabra que es necesario y que debemos escuchar, pero también la revelación de que nosotros estamos llamados a ser transformados en hijos en el Hijo, estamos llamados a vivir esta relación profunda de filiación con Dios y de fraternidad con Jesús entre nosotros, llamados a escuchar la Palabra que Dios tiene para decirnos en Jesús y escucharnos los unos a los otros que también somos una palabra quizás más tímida que Dios quiere decirnos a través de los demás
Llamados entonces en este programa hermoso a ser hijos y hermanos y a escuchar de verdad a los demás, Dios tiene algo para decirnos.
Que tengas un hermoso día