Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: “¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!”. Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
El evangelio de hoy, Lucas 4, del 31 al 37, nos cuenta que el Señor bajó a Cafarnaúm y que enseñaba con autoridad. Todos quedaban asombrados de su enseñanza y por los signos que realizaba. Es muy importante asombrarse, especialmente en este tiempo en el que vivimos, donde hay una gran crisis de autoridad. Claro, porque para tener autoridad, hay que ser coherentes. Te invito a que meditemos algunos puntos sobre la autoridad en nuestras vidas.
En primer lugar, autoridad para servir. Gracias a nuestra fe, sabemos que el Señor nos ha regalado el don de cuidar y estar al servicio de los demás, esa es nuestra misión: a mayor servicio, mayor plenitud porque hay más alegría en dar que en recibir. Nuestra vida espiritual tiene que ser una escalera, pero no una escalera para subir, sino para bajar. Mientras más nos ponemos en clave de servicio, bajando, más vamos a crecer en nuestro camino de santidad. ¿Cómo está tu camino de humildad y servicio? Acordate que no hay nada peor que un soberbio con poder porque la corrupción de lo mejor, que es el servicio, se convierte en lo peor. Pedile al Señor la gracia del servicio y la humildad.
En segundo lugar, autoridad discreta. Muchas veces no terminamos de entender lo que significa la autoridad. Claro, porque una cosa es tener autoridad y otra muy distinta es ser autoritario. Quien tiene autoridad no está todo el tiempo diciéndole al otro lo que tiene que hacer sino que orienta, alienta, acompaña a partir de su testimonio. Acordate que tu autoridad y tu testimonio van a ser creibles no porque vivas mandando, sino porque mostrás con tu vida una manera distinta. Eso te lo da Dios cuando experimentás la misericordia en tu vida. ¿Cómo viene tu autoridad, cómo le decís las cosas a los demás? No te olvides que la autoridad se vive desde la misericordia, porque es un don. Ponete en camino.
Por último, autoridad desde Jesús. Fijate que el Señor tiene autoridad porque habla con poder y lo que dice, lo cumple. Esa tiene que ser tu mirada de fe cuando Él entra en tu vida. Cuando Dios habla, las cosas cambian. Es la autoridad de Dios la que se quiere hacer presente en tu corazón, en tu día a día, en tus relaciones, él te quiere sanar y acompañar. ¡Dejalo actuar! Acordate, Dios quiere obrar y hablar en tu camino. Escuchalo siempre y déjalo actuar.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.