Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: “¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?”. Jesús les respondió: “¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?”. Después les dijo: “El hijo del hombre es dueño del sábado”.
En este pasaje donde los discípulos arrancan espigas el sábado y dónde Jesús dice, que el hijo del hombre es también dueño del sábado.
Es una invitación a dejar que Jesús sea el Señor de nuestro corazón y desde ese señorio vivir en verdadera libertad como hijos de Dios.
Cuando Jesús toma las riendas de nuestras vidas, vivimos una libertad plena y esa libertad nos hace servidores. Disponer de nosotros para el servicio a los hermanos.