Martes 5 de Octubre de 2021 – Evangelio según San Lucas 10,38-42

lunes, 4 de octubre de
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Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”. Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.

Palabra de Dios

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

Llevar nuestra vida al Evangelio y el Evangelio a nuestra vida, de eso se trata el camino que hacemos cada día en la reflexión de la Palabra. Hoy compartimos Lucas 10, del 38 al 42. Vemos que el Señor visita a Marta y María, heramanas de Lázaro. Una familia muy amiga de Jesús a la que Él seguramente acudía para descansar un poco y a compartir la vida. Vemos a estas dos hermanas que aparecen con dos actitudes diferentes, pero que no hay que contraponer. Más que contrapuestas, son complementarias en el camino del discipulado.
Meditemos algunas ideas para nuestra oración.

En primer lugar, cuidate del perfeccionismo. Buscar que las cosas salgan bien no está mal, pero si eso te aleja de lo esencial, hay que prestar atención. Marta tiene una buena motivación, pero se olvida de que lo más importante era el Señor. Ella es servicial, quiere estar atenta para que a Jesús no le falte nada, quería darle al Señor. El problema es que Marta piensa que Jesús depende de ella, cuando en realidad era al revés: Marta dependía del Señor. ¿Cuántas veces nos creemos indispensables y centramos todo en nosotros, no? ¿Cuántas veces pensamos que nadie va a hacer las cosas tan bien como nosotros? Es la figura de ese discípulo que está muy entusiasmado, pero que se deja absorber por las preocupaciones del mundo. Piensa que Él le tiene que dar al Señor en primer lugar, cuando en realidad lo primero es recibir de Dios. Acordate lo que reza san Agustín: “dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras”. Está bien tener los pies en la tierra, pero no hay que descuidar la mirada del cielo. Esa es la única manera de saber descansar en Dios sin dejar de trabajar. No te olvides que la obra es de Dios, pedí la gracia de la humildad. ¿Qué te inquieta hoy? Quizás estás poniendo demasiada confianza en vos y poca en Jesús.

En segundo lugar, aprendé a discernir. Vemos por otro lado la figura de María, que está atenta a estar con el Señor y escucharlo. Pero no es que María dejaba de trabajar o de hacer los quehaceres de la casa, sino que encontró la clave. ¿Cuál es esa clave? Ella sabe cuáles son las prioridades, sabe discernir por dónde va lo esencial, lo importante, lo que no se negocia. María no se deja apabullar por lo que dicen los demás, por las exigencias, por los reclamos, por lo que se supone que debería hacer. Ella se fija en el Señor para desde Él fijarse en lo demás. Dedicarse a estar con Jesús, a fortalecerse en Él para después servir a los demás. ¿Cuánto le dedicás a estar con el Señor? Acordate que a veces no es falta de tiempo, es falta de interés. Tal vez lo importante no es la cantidad, sino la calidad. Dedicate tiempo dedicando tiempo a estar con el Señor.

Por último, el amor de Dios te mantiene en equilibrio. Estamos llamados al equilibrio, a encontrar el justo medio entre contemplación y servicio. Uno puede servir contemplando y contemplar sirviendo. Todo depende de cómo está tu corazón y de quién habita en Él. Si vivís tu camino desde el amor de Dios, vas a ver cómo llega ese equilibrio. Animate a buscar esta actitud de fe.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.