María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”. Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Padre Sebastián García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Betharram
La Virgen María es la primera misionera: ni bien acepta ser la madre de Jesús sale corriendo para las montañas de Judá a lo de su prima Santa Isabel. No se puede callar. No se puede quedar quieta. No puede quedarse estática. Va llena de Dios, embarazada de Dios a ver otra embarazada.
Y en ese diálogo nace este himno de alabanza que conocemos como “Magnificat”. Son palabras recogidas de la honda tradición del Pueblo de Dios y a la vez son palabras que brotan de lo profundo del corazón de la Virgen. Son palabras que quieren de alguna manera poner de manifiesto las maravillas y las grandezas que Dios ha obrado en la vida de María, de Isabel y de todo el Pueblo. Se junta todo: alabanza, acción de gracias, bendición, memoria agradecida. Pero lo que más se destaca es que María es feliz por las grandes cosas que Dios ha hecho en su vida. ¡Grandes cosas!
Y si uno se pone a pensar y buscar cuáles son esas grandes cosas, percibe que no hay nada espectacular, no hay un show mediático, no hay grandes portentos ni obras que generen un espectáculo de voraces luces y sonidos.
Y tiene que ver con la pedagogía de Dios, quien se mete como desapercibido en los corazones de las personas. No entra estrepitosamente. No hace alaraca, no hace ruido. Y Dios se esconde también en lo cotidiano de la vida. ¡La vida cotidiana estalla de Dios! Por eso creo que es una linda oportunidad, tomarnos un rato para poder hacer un lindo examen de conciencia, pero no solo para pedir perdón, sino para ver dónde está Dios en mi vida cotidiana y dar gracias.
Hoy te invito a que escribas tu propio Magnificat. Para contar las maravillas que Dios hace en tu vida. Es cuestión de abrir los ojos y mirar de manera realista. Muchas veces cometemos el error de buscar a Dios donde no está. Hacer cada uno en el contexto de la Navidad que vamos a celebrar es tomar conciencia de las cosas que Dios hace en nuestra vida. Claro que no tiene que ver con tener éxito, prestigio, reconocimiento, autorrealización, triunfos… bienes materiales y seguridades personales. No. Nada de eso. Hacer un Magnificat es decirle a Jesús que en medio de tanta guerra, tanto odio y tanta muerte, le damos gracias por el don de la vida y lo que obra en nosotros. Lo que Él hace. Su paso por nuestra vida.
Y lo más lindo es que nos vamos a sorprender. Porque vamos a encontrarnos que tenemos más motivos para decir “Bendito sea Dios” y agradecer y alabar y bendecir de lo que pensamos. Te invito a tomarte un tiempo y hacer tu Magnificat. Frente al sagrario, en tu pieza, en la naturaleza, en tu trabajo, haciendo un alto en el estudio. Pará la pelota. Y hacé como la Virgen: sentí cómo tu vida estalla de Dios y dale gracias por generaciones y generaciones.
Muy feliz Navidad para todos los que somos parte de esta sana locura de Radio María y Oleada Joven. Un fuerte abrazo en el Corazón-Niño de Jesús que viene a nuestro encuentro en esta Navidad. Y será si Dios quiere, hasta el próximo evangelio.