Me he quedado pensando en una pregunta de hace unos días: ¿creés que existe una media naranja?
En un primer momento la idea me pareció boba e infantil y respondí que no pero luego lo pensé bien y si cambio los términos y lo reformulo la idea no es tan absurda…
Creo en los sueños de Dios. Creo que de soñarnos para la vida compartida con un otro seguramente hay un otro particular en su corazón, donde gesta y alberga sus sueños de amor para cada uno de nosotros.
Ese sueño de Dios para nosotros es nuestra mayor plenitud y seguramente ese compañero/a será la persona que más nos ayude a ser lo que estamos llamados a ser, nuestra mejor versión.
También creo que los sueños de Dios nunca se imponen, son deseos de Él para nuestras vidas pero somos nosotros en nuestra libertad quienes elegimos. Si estamos atentos, si seguimos su rastro y sus señales, nos vamos acercando y poco a poco vamos concretando su sueño en nosotros. Esto requiere nuestra atención y disposición.
Por lo tanto, el encuentro de estas dos personas que Dios puede haber soñado para que compartan su vida depende de dos libertades. De acuerdo a cómo use cada uno su libertad elegirá lo que lo conduzca a su mayor bien o se alejará de su mejor versión y se conformará con una vida desabrida, mediocre e insatisfecha y del mismo modo elegirá un amor en minúsculas que llenará algún que otro vacío pero que no será el Amor que desde siempre esas dos personas estaban llamadas a vivir.
De todos modos, si por el motivo que fuera esas personas no se encuentran, no se reconocen o no se eligen, creo que Dios les dará a ambos la chance de seguir buscando, quizás por un camino más largo y enredado, su plenitud; es decir, el poder encontrar a Dios allí donde estén e ir creciendo en semejanza de modo que al final cada uno sea reflejo del Amor que nos amó primero, Jesús.
En fin, no creo en las medias naranjas porque eso de ‘media’ me hace ruido pero sí creo en que dos personas están llamadas, invitadas y soñadas para caminar juntos y buscar juntos su mayor plenitud.