Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.”
Palabra de Dios
P. Raúl Gómez sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza
Nos encontramos en este cuarto domingo del tiempo ordinario, del tiempo durante el año. La liturgia nos presenta el Evangelio de san Mateo, Evangelio que todos conocemos. Es un Evangelio sumamente hermoso que nos motiva a la esperanza y sobre todo a seguir las huellas del Maestro.
Comienza san Mateo diciendo que seguían a Jesús grandes multitudes de distintos lugares, “todos iban a su encuentro. Y Jesús subió a la montaña”, la montaña es el lugar del encuentro con el Padre, es el lugar de la oración, es el lugar de la confianza, es el lugar del abandono en la voluntad del Padre. Jesús constantemente después de recibir a la multitud se retira a solas, para orar, para encontrarse con el Padre, pero también para encontrarse con sus discípulos y recordarles las pautas, el modo como deben vivir, el modo como deben anunciar el Evangelio. Y aparece Jesús en esta imagen del Maestro que educa, que enseña, Jesús aparece enseñando a sus discípulos el camino a la felicidad, también esto va para nosotros a través de las Bienaventuranzas: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos, felices los afligidos… felices los pacientes… felices los que practican la justicia… felices los misericordiosos… felices los que tienen el corazón puro porque verán a Dios, felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios…” ¿Qué significa para nosotros? ¡Qué significó en ese momento para los discípulos esta palabra “felices”? Podríamos nosotros traducirla y decir que felicidad es lo mismo que santidad.
Cada uno de nosotros fue llamado para ser santo, ser santos en la vida cotidiana, ser santos en el día a día, ser santos en nuestra familia, en nuestra comunidad, con nuestros hermanos. Por eso, en este día le pedimos al Señor que nos ayude primero y principalmente a vivir nosotros estas bienaventuranzas, a recordar que aunque haya dificultades, que aunque hayan pruebas el Señor está ahí, para sostenernos, para aliviarnos y para regalarnos la alegría. Pidamos al Señor entonces, en este día la gracia de ser anunciadores de su Reino, pero sobre todo de ser los santos de este tiempo. Que tengan una bendecida semana y que el Señor los acompañe siempre.