Evangelio según San Marcos 5,1-20

jueves, 26 de enero de
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Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.

 

Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”.

 

Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”.Después le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”. El respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”.

 

Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”.

 

El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.

 

Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.

 

Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 


P. Gustavo Asesor de la Pastorla Juvenil de la Diócesis de Villa María

 

 

Hoy el evangelio nos presenta una curación un tanto espetacular de Jesús.

Un hombre sumido en el peor de los males, vivía en los comenterios atrapado con un montón de demonios, excluído de la sociedad, ignorado. Y Jesús, lo Rescata, lo libera, lo vuelve a su vida cotidiana y lo transforma en un anunciador de los milagros que el hizo en su vida.

 

No hay ningún mal que Dios no pueda quitar de nuestra vida, por más que estemos tocando fondo, Jesús nos puede rescatar, nos puede dar una vida digna y plena.

 

“Jesús nos convierte en testigos de su resurrección “.

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

 

 

Radio Maria Argentina