Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Encontramos a Jesús en sus días de misión. Esta vez defendiendo a los niños, enojándose con quienes quieren distanciarlos, separarlos de Él. Dice Jesús en el Evangelio: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”.
Esta es una de esas veces en las que la literalidad de la palabra de Jesús me habla, me llama. Tal vez también a vos. Cuántos santos se dedicaron especialmente a defender a los niños, a rescatarlos y a llevarlos a Dios, con amor en palabras y en obras. Pienso en San Felipe Neri, dedicado a los niños de la calle de Roma, o en el más conocido San Juan Bosco, fundando comunidades enteras para su protección, crianza y educación. Cuántos de esos niños y niñas incluso tuvieron vidas admirables, santas, en parte gracias a sus padres y madres espirituales.
– ¿Se te ocurre algún ámbito en el que puedas tener algún gesto de servicio hacia a los niños? ¿Qué experiencias fueron importantes en tu infancia, para crecer sano y feliz, para acercarte a Dios? ¿Podrías repetir algo de esas experiencias al servicio de otros más pequeños?
Cada uno de nosotros tiene su vocación particular, su modo personal de responder al llamado de Dios, pero tal vez hoy podamos todos buscar y servir a Jesús en los más pequeños, en los niños y niñas. Pidámosle a María, Madre y Maestra, como la llamaba don Bosco, que Ella nos enseñe a vivir este aspecto del Evangelio.