Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”. Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.
Vamos entrando, poco a poco, en estos días de Cuaresma… y la invitación, la llamada a la conversión, se empieza a escuchar seguido. ¿Qué nos puede decir? ¿Cómo podemos responder a esta llamada desde nuestra vida cotidiana?
En muchos casos, con las mejores intenciones, gastamos mucha energía en “mejorar”, en “corregir”, “convertir” nuestras fallas o debilidades, y aun así no es raro admitir que pocas veces lo logramos. Es que el Evangelio no se trata de nuestra fuerza, sino de la fuerza de Dios.
Así lo vemos en el relato que hoy escuchamos, de la conversión de Mateo.
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Él, sentado a la mesa de los pecadores, se levanta de un salto y sale de ahí. ¿Qué lo movió con tanta intensidad, con tanta fuerza? El llamado de Jesús.
Lo más seguro para rescatarnos del mal que nos lastima, o del egoísmo que nos encierra, no es nuestra fuerza sino el llamado de Jesús.
– Te propongo que en estos primeros días de Cuaresma no pongas tanto el foco en tus propósitos o esfuerzos por corregirte sino en dejarte mirar y visitar por la misericordia de Jesús, que con su fuerza puede despertar y renovar la conversión, la santidad, en vos. María siempre está ahí, acercándonos a esa compasión de Jesús que nos transforma. Si te ayuda, que puedas repetir en este sábado: Madre de Misericordia, llévame a Jesús.