Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.» Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna. Entonces muchos que ahora son primeros serán últimos, y los que son ahora últimos serán primeros.»
Palabra de Dios
Nonseñor Maletti Obispo de la Diócesis de Merlo – Moreno
El Evangelio que se acaba de proclamar nos habla de la recompensa al que se desprende, al que no está prendido, al desprendido, la recompensa a aquel que en el fondo porque tiene su mirada, su corazón en Dios comparte; “nosotros que hemos dejado todo y te hemos seguido”, que lindo lo que el señor nos plantea en este evangelio, porque en el fondo fuimos marcado queridos chicos y chicas trinitariamente. Dios Padre en vos, protegiéndote, regalándote, besándote, encariñándote; Dios Hijo en vos, como amigo, como maestro, como médico, como salvador y también tu alimento y Dios Espíritu Santo en vos, ungiéndote, enriqueciéndote, enamorándote y alegrándote.
Esta marca trinitaria de un Dios que es familia es porque tiene una base que es el fundamento de nuestra fe; estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y lo que más nos identifica con él es nuestra capacidad de relación de comunicación y comunión. Somos más humanos y más divinos cuando hablamos y escuchamos, cuando ofrecemos y acogemos, cuando partimos y compartimos, siempre que nos queremos, también cuando combatimos las desigualdades, las violencias, las esclavitudes.
Debemos agradecer ésta realidad maravillosa de la vida de Dios uno y trino en nuestras vidas; pero es tarea nuestra poner ese sello en todas las cosas donde haya injusticias, queridos jóvenes pongamos solidaridad; donde haya rupturas o guerras pongamos paz; donde haya opresión o esclavitud queridos hermanos jóvenes pongamos libertad.
Nacimos a la nueva vida trinitaria y en todos los sacramentos recibimos gracias de esas tres fuentes, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; en todos los misterios de cristo interviene la Santísima Trinidad, por eso que hermoso saber que estamos santificados trinitariamente; cuando por ejemplo en la liturgia hacemos los saludos o las oraciones, como nos signamos y santiguamos en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; cuando bendecimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, cuando somos santificados en la gracia de Jesucristo en el amor del Padre y en la comunión del Espíritu Santo. Porque chicos y chicas del Padre recibimos la vida, protección, ternura; nos conoció nos eligió, nos vocacionó, nos espera.
El Padre es origen de todos y metas de todos; también somos hijos en el Hijo, del Hijo de Dios, Jesucristo recibimos gracia, redención, palabra, alimento, medicina y compañía cuidados y amistad. Jesús es el Pastor que nos reúne y nos conduce a la casa del Padre.
Y del Espíritu Santo, queridos muchachos y chicas, recibimos luz, fortaleza, alegría, comunión, todos sus dones y carismas. Es nuestro aliento, nuestra sabia y nuestra oración. Que hermoso que seamos santos porque estamos ungidos en la trinidad, porque si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? Dios nos dinamiza, nos alienta en nuestra vida, ilumina nuestra mente, enciende nuestros corazones.
Dejémonos reconocer desde esa dignidad y por eso muchachos y chicas los ideales tienen que ser bien altos, bien exigentes, reconozcamos que podemos ser santos. Y reconociendo así mismo la dignidad y la santidad de los demás, entonces no los juzguemos por apariencia, no los utilicemos, porque en cada ser humano hay misterio, también nosotros viviendo el espíritu trinitario sepamos encarar nuestra vida hacia la felicidad, hacia la bienaventuranza, hacia la santidad.
¿Qué es la santidad? Ser en la vida lo que Dios quiera. Por eso preguntémoselo a Dios todos los días y en especial en momentos especiales cuando estamos pensando en nuestros horizontes, ¿Señor que quieres de mí? ¿Qué me pedís? ¿Qué quieres de cada uno de nosotros?