Bienaventurado vos, Ignacio, que supiste hacer de la herida puerta abierta para que entrara Dios
Bienaventurada tu vida que en su semejanza nos interpela a la vez que nos llena de esperanza. En tu itinerario nos vemos reflejados y en el Misterio también nosotros vamos siendo resucitados
Bendita tu herida que te abrió a la búsqueda, y despertó interrogantes Bendita tu convalecencia por hallarte herido que te dio tiempo para discernir el ruido, para aprender a hacer silencio, para que así pudieras escuchar el susurro de dentro
Benditas las heridas que nos desbaratan los sueños vacíos, los planes insensatos y las aspiraciones egoístas
Benditas las heridas que nos desnudan de corazas, que nos abren al Encuentro y nos hermanan en lo vulnerablemente humano
Benditas las heridas que en el Amor sanan y son para otros fuentes de Vida y esperanza
Bendita tu historia, querido Ignacio, porque es telar de una humanidad embellecida por el Misterio, en el que se entrelazan la voluntad del Padre y tu libertad, cada día luchada y conquistada. Fue tu herida surco abierto y Dios semilla de fecundidad en vos florecida Es tu búsqueda y tu encuentro, testimonio e invitación.
Bendita tu historia, Ignacio, que nos sigue convocando y nos continúa impulsando a dar pasos para buscar, hallar y amar a Dios en todo y en todos. Intercede para que sean también nuestras heridas rendijas abiertas que inviten a vivir en el Amor.
¡Ruega por nosotros,
querido Ignacio,
peregrino, buscador,
compañero y amigo!