Jesús dijo a sus apóstoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.” No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Una Palabra viva, que siempre nos sorprende… En este sábado después de Pentecostés nos encuentra la fiesta de san Bernabé. La primera lectura nos ayuda a acercarnos a su imagen. Aunque no habla de él, la situación entre Elías y Eliseo es semejante a la historia de Bernabé con Pablo. Dice así: “Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto”, y más adelante: “Eliseo partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
Contemplamos en ellos, tanto en Elías como en Bernabé, el arte de delegar, no en el sentido de compartir tareas sino en el de compartir la misión. Hay algo muy propio del modo de Dios en este “compartir la misión” que venimos recorriendo estas semanas: Jesús nos deja al cuidado de su Espíritu, Elías echa su misión sobre Eliseo para continuar la obra, también Bernabé fue quien encontró inicialmente a Pablo, le abrió lugar en la Iglesia y se corre luego para que Dios continúe a través del discípulo lo que tenía preparado.
– ¿Y vos, y yo? ¿A quiénes continuamos en la misión? ¿Acaba todo con nosotros o supe amar tanto la obra de Dios que también me comprometí en preparar continuadores?
Terminemos recordando y rezando con las palabras de nuestro querido Cardenal Pironio. Decía él: “¡Cómo quisiera yo, al final de mi camino de fidelidad, que algún joven retomara la antorcha de la esperanza que yo ya estoy dispuesto a entregar a los que son capaces de decir sí y permanecer fieles. ¡Lo conceda el Señor! ¡Nos acompañe María!”.
– Dejémonos llamar y renovar en el llamado por Jesús para retomar esta antorcha de la esperanza…