María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”. Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
El texto del evangelio de Mateo de hoy, lo conocemos mucho, porque según Mateo, hacia el final nos dice que un joven pregunta: ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? Una pregunta que seguramente muchas veces la hacemos nosotros.
Jesús, y este joven que, cumpliendo los mandamientos, que lleva una vida buena, termina diciéndole que lo ha cumplido, desde que era muy chico. Frente a ésta respuesta, Jesús le da “un arma más” para la perfección, le dice que si quiere ser perfecto, que despoje de todo, y que después vaya y lo siga. El joven no se animó.
Muchas veces nos puede pasar esto en nuestra vida, que llevamos una vida cristiana buena, cumplimos los mandamientos, pero no seguimos del todo a Jesús, su llamado, su invitación a hacer su discípulo, a ir con Él, a seguirlo ¡Y ahí está toda la vida perfecta !
Y eso seguramente que, como al joven rico también nos entristece, porque es como que no terminamos de decidirnos, por una vida totalmente discipular, por una vida totalmente de seguimiento a Jesús
Que buen día hoy para este pensar ¿cómo estamos siguiendo a Jesús? ¿Tengo una vida cristiana buena?. ¿Cumplo los mandamientos? Quizás el Señor me está pidiendo un paso más, me está diciendo ¡Ven y sígueme! Seguir a Jesús, ser su discípulo, ¡ser su discípula! ¡Al menos tengo que pensarlo! Si esto me entristece es signo de que puedo dar un paso más. Es el Señor que me dice: “Ven y sígueme” ¿Como además no ir y seguirlo?
Un abrazo a todos, Dios los bendiga.