Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Es este el Evangelio donde Jesús entra a la casa de Simón y encuentra a la suegra de Pedro enferma y afiebrada. Vemos como el Señor increpa a la fiebre y ésta inmediatamente desaparece. Al punto que la mujer enseguida se levanta y se pone a servirlos. ¡Qué fuerza tiene el Señor! Sabemos que la fiebre es simplemente un síntoma de algo mucho más complejo. Hay en nosotros síntomas que nos cambian la temperatura y nos hacen vivir enojados, sin paz y en el choque constante. Estos suelen ser los síntomas de un corazón que ha comenzado a sentir el cansancio y la falta de paciencia, vaya a saber porque cosa que le esté pasando. Lo primero que te quiero decir es que a Jesús le interesa la temperatura de tu corazón: él no quiere que estes hirviendo en rabia y tirado solo en las amarguras que muchas veces te dejan de cama. La suegra de Pedro escuchó como el Señor con su voz increpó aquello que le quitaba la paz. Es así, la Palabra de Dios elimina del corazón aquellas cosas que lo hacen estar enfermo. Lo fortalece para vencer lo que se presenta como dañino y como signo de muerte. La Palabra de Dios llena todo de vida. Fíjate como esta mujer, inmediatamente se pone en el servicio. Imítala: Hoy Jesús te visita con su Palabra, te sana y hace levantar. ¡Vos podés! ¡Porque Jesús puede en vos!
Una segunda idea en torno a este Evangelio. Sabemos que Pedro en el Evangelio es símbolo de toda la Iglesia, pues él es la piedra en la que se construye. En consecuencia, la casa de Pedro es la Iglesia misma. El Evangelio nos muestra con claridad como el mal puede entrar adentro de la casa de Pedro. Realmente es un mal para la Iglesia la quietud de sus miembros cuando hay mucho trabajo por hacer. Toda la Iglesia necesita volver a oír una vez más al Verbo de Dios que camina con ella y en ella. Que Dios regale la sanación a esa Iglesia que está tirada sobre sí misma, sin fuerzas para el servicio en un largo reposo. Que el Señor con su palabra te renueve y nos renueve en el alegre servicio.