Se fue a orar,
eligió frenar,
hacer una pausa,
ir a la profundidad,
navegar hacia lo hondo,
habitar su propia Casa.
Tenía miedo
y se fue a beber confianza.
Dejó que el Silencio
acallara los ruidos,
las voces que buscaban controlar,
las que susurraban miedos,
que a lo lejos parecían feroces,
mas de cerca era leones de cartón.
Se acercó sedienta
y bebió esperanza.
Vio una vez más con claridad,
el ayer y el hoy tenían sentido,
y ambos eran bosquejo
y trazos necesarios
para el mañana de Dios.
Pasó por el corazón
tantos rostros
que le daban de comer
ternura, paciencia,
humor, libertad,
amor
y agradeció.
Miró confiada la vida
y pronunció:
“Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí un instrumento
de tu Misterio de amor.”
Y se fue,
sabiendo que mañana
ha de volver,
que siempre volverá
porque solo en el Amor
ve, escucha, siente,
respira y es.