Miércoles 21 de Septiembre de 2022 – Evangelio según San Mateo 9,9-13

lunes, 19 de septiembre de
image_pdfimage_print

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

 

 

 

Palabra de Dios

Padre Nico Ceballos |Sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza

 

 

 

Hoy en la fiesta de San Mateo Evangelista. Meditamos con estos puntos.

En primer lugar, te invito a que te acerques a la experiencia que este hombre ha hecho de Jesús como Salvador. Hoy celebramos a uno de los discípulos de Jesús que nos ha regalado su propia historia de salvación en el Evangelio que lleva su nombre. Mateo era un recaudador de impuestos. Tarea que para los judíos del tiempo de Jesús era bastante mal vista. Los recaudadores de impuestos eran trabajadores del Imperio Romano, que había tiranizado con su poder al Pueblo de Dios. Estos hombres, por medio de su trabajo, recaudaban dinero para seguir alimentando la fuerza romana. Eran vistos como unos vende patria, como personas traidoras del pueblo.

Escuchamos ahora la experiencia fuerte que este hombre odiado por su pueblo ha tenido. Una experiencia de Misericordia. Tantas personas se deben haber acercado a la mesa de Mateo con enojo, insultos y desprecio. Y hoy Jesús se acerca a la mesa de su trabajo con una actitud diferente, comprensiva, renovadora y misericordiosa. El Señor conoce de su frustración. También conoce de su deseo de ser algo distinto a lo que es. Conoce de su cansancio y de su esperanza. Jesús ve en Mateo a alguien que puede ser un buen servidor de un imperio que guerrea con la fuerza del Amor y de la Cruz. Un servidor del Reino de los Cielos. Por eso le dice: “sígueme”. Inmediatamente Mateo deja todo y lo sigue.

Esto me hace pensar en la fuerza de esta palabra. El sígueme de Jesús es tan profundo que cambia la vida de cualquiera que lo escucha. Hoy damos gracias a Dios por el sígueme que este hombre recibió, y por los sígueme que desde hace más de dos mil años venimos escuchando. Hombres hechos palabra de Dios que lo dejan todo y van tras Jesús. El sígueme que recibiste también está en esta acción de Gracias.

Una segunda idea para meditar. Sabemos que no todos los evangelistas han sido del grupo de los primeros discípulos de Jesús, sino que han recogido la experiencia de otros y luego de varios años la han plasmado en las Sagradas Palabras que nos cuentan quien era Jesús. Mateo en cambio, perteneció al grupo de los 12 y recibió la misión no solo de ser Discípulo y Apóstol, sino que también la de ser evangelista. Su misión es la de contar a las generaciones siguientes la experiencia que tuvo con Jesús. Con esta idea te quiero motivar a que continúes tu misión como evangelista. Tu vida es una palabra viva de Jesús que necesita ser contada. Cuando nos encontramos un texto del Evangelio, lo leemos en oración y hacemos lectio con él, y nos preguntamos qué dice este texto a mi vida, a qué me invita, que Buena Noticia me anuncia. Si la Palabra de Dios ha entrado en tu corazón, tu vida tiene que ser un motivo de lectio para los demás. Tu misión como evangelista es pararte como servidor frente a los demás, y que la fuerza del amor de Dios en tu vida, sea un motivo para que tus hermanos digan: “¿Qué tiene Dios para decirme por medio de esta persona?”. Como dice Pablo en la 2 carta a los Corintios: “Ustedes son una carta que Cristo escribió por intermedio nuestro, no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente, no en tablas de piedra, sino de carne, es decir, en los corazones”. Tu vida también puede ser una Palabra de Dios para los demás.

Hoy demos gracias a Dios por su misericordia que nos hace nuevos. Él es el médico que nos visita y cura en nosotros la enfermedad del pecado que nos afea. Él es el médico divino que no sólo nos ayuda y sana, sino que nos ama con locura, nos mira con amor y nos dice: sígueme.