Martes 04 de Octubre de 2022 – Evangelio según San Lucas 10,38-42

lunes, 3 de octubre de
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Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”. Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.

 

 

Palabra de Dios

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús encontrándose con Marta y con María. Es un Evangelio precioso que nos puede ayudar también a meditar a nosotros y a llevarlo a nuestra vida, porque nosotros tenemos un poco de Marta y un poco de María. Son dos actitudes que pueden aparecer en vos y en mí y que hay que tener en cuenta al momento de escucharlo y de seguirlo al Señor. Por eso te invito a que meditemos algunos puntos:

En primer lugar, no seas perfeccionista. Fijate cómo Marta es servicial, y está bien que así sea; ella estaba atenta a que a Jesús no le falte nada, ella quería darle a Jesús porque pensaba que Jesús dependía de ella, cuando en realidad era al revés: ella dependía de Jesús. Es la figura del típico cristiano que recibe a Jesús, que lo atiende, pero que aparece el agobio, el apuro, el acelere, el andar de acá para allá. Siempre pensando hacer, en estar atento a los demás, y no está mal; pero siempre es necesario tener un buen cable a tierra y un buen cable a cielo, a Jesús. Es esa persona que se pone nervioso, nerviosa fácil, ¿no? Esa persona que le cuesta estar en paz porque siempre está pendiente de lo que va a venir. Por eso, no seas como Marta, viví el momento, ocupate de encontrarte con lo más importante, con Jesús. Jesús le dice bien claro Marta: “Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas y sin embargo una sola es la importante”. Por eso preguntate en este día: ¿qué cosas te inquietan, qué cosas te agobian, qué cosas te están impidiendo encontrarte de verdad con el Señor? No seas tan controlador, controladora, tan perfeccionista. Ocupate de lo verdaderamente importante.

En segundo lugar, que tu mirada siempre esté fija en el Señor. Ahí la vemos a María, vemos a una mujer que se concentra en contemplarlo al Señor, en estar con él. No es que María dejaba de trabajar o de hacer los quehaceres de la casa, porque los iba a hacer, pero sabe poner una jerarquía, sabe tener en cuenta lo más importante, no se deja apabullar por lo que dicen los demás o por las exigencias del otro, se fija en lo esencial. Es bueno también en tu vida. Fijate lo esencial, fijate qué es lo más importante, fijate que el sacrificio también estás haciendo por el Señor. Porque, si a Dios solamente le das lo que te sobra, hay algo que no está andando bien, eh. Por eso, fijate que lo más importante es descubrir que María se juega por lo esencial, queda encantada por el Señor. La clave del seguimiento es esa: seguirlo al Señor, escucharlo; en primer lugar, estar a los pies del maestro. Es esa figura contemplativa. Hoy no seas tan controlador, como Marta, sino más bien como María. María, donde la clave es seguirlo y escucharlo al Señor. Por eso hoy también te podés preguntar: ¿lo estás escuchando de verdad al Señor, estás haciendo tiempo para estar a los pies del maestro, cuánto tiempo le dedicás de tu día a la oración, cuánto tiempo le dedicas a la acción? Acordate: la acción viene de la oración, la oración viene del encuentro con el Señor.

Para terminar, te comparto esa hermosa oración de San Francisco, para que nos encomendemos a su intercesión. Rezala conmigo:

. ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna. Amén.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.