Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús le respondió: “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
El comentario a viva voz de la mujer es muy conveniente desde el plano de una lógica bien humana y mundana. Alabar a la madre de uno por lo que uno hace es reconocer no sólo la bondad de quien hace sino además de quien seguramente lo aprendió. En este caso se cumple a rajatabla porque la mamá de Jesús es la Virgen María.
Sin embargo Jesús viene a romper con esa lógica meramente mundana. Feliz no es el seno que lo lleva sino el que vive conforme a la voluntad del Padre.
Estamos en presencia de un lenguaje que supera la sangre. Lo que nos hace familia no es la consanguinidad de nuestros lazos sino que somos todos hermanos en Jesús. Y lo que nos hace hermanos no es haber nacido del mismo vientre sino poner por obra y no solo de palabra lo que la Palabra de Dios hace experiencia en nosotros. Vivir de acuerdo a la experiencia liberadora de Jesús de Nazaret es lo que verdaderamente nos asegura vida y vida en abundancia y no el haber nacido de tal mujer, en tal lugar o barrio, en tal familia, con este apellido de renombre y tanta herencia a favor. Dicho de otra manera, lo que nos da dignidad como cristianos es ser hijos e hijas de Dios, hermanos de Jesús, santificados por el Espíritu Santo.
A partir de esto podemos decir que la mística cristiana es una mística –manera de vivir la espiritualidad- encarnada en el mundo y no escapándonos de él. Es mística de todos y para todos. Es mesa abierta y tendida. Es vino y pan que se parte y se reparte sin que nadie se quede sin lo suyo. es mesa redonda, donde no hay puestos de primera y de segunda. No hay privilegios. No hay quienes están más cerca y otros que no. No están los que “siguen a Jesús más radicalmente” y los otros. No hay otra jerarquía que la de la fraternidad hecha amor. Muy parecido a la Eucaristía, ¿no?
Lindo finde lleno de la luz resucitada de Jesús.