Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: “Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.”
Palabra de Dios
P. Raúl Gomez sacerdote de la Diócesis de Mendoza
Nos encontramos en torno a la Palabra del Señor. Ya hemos celebrado la Ascensión del Señor y estamos muy cerquita de celebrar la Venida del Espiritu Santo. Hoy contemplamos el Evangelio de Juan. Y en este Evangelio Jesús comienza relatando estas palabras que para nosotros cobran un sentido de confianza, de esperanza.
Esa esperanza que Jesús puso en el Padre. Y Jesús comienza su oración: “A la hora de pasar de este mundo al Padre, Él mismo”, relata san Juan, “levantó los ojos al cielo y oró así: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu hijo para que el hijo te glorifique a ti. Ya que le diste la autoridad sobre todos los hombres”. Esta oración es conocida también como la oración sacerdotal, en la cual Jesús reza por cada uno de esos discípulos, por cada uno de nosotros. Esa oración permanente que Jesús sigue haciendo en cada uno de nosotros: “Yo ruego por ello. No ruego por mí sino por cada uno de los que me diste. Porque son tuyos. Todo lo tuyo es mío y todo lo mío es tuyo. Y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy mas en el mundo, pero ellos estan en el mundo y yo vuelvo a ti”. Hermosas palabras que nos dan la confianza y la certeza de saber que no estamos solos,de saber qje el Señor nos acompaña siempre, de saber que el Señor sigue orando, desde antes de que nos llamara por nuestro nombre, durante la misión y tambien sigue acompañandonos con su gracia. Pidámosle al Señor que también podamos descubrir fuertemente esta oración que también Jesús hace por nosotros.
Cada vez que nosotros rezamos, cada vez que oramos, Jesucristo está orando con nosotros, por eso la oración cotidiana se Laudes,la oración de la mañana o la posibilidad que tengamos nosotros de encontrarnos con el Señor en la presencia Eucaristica nos sirve para recordar también que no sólo estamos orando sino que el Señor está ahí, acompañandonos con su oración fiel.
Pidamosle al Señor que así como Jesús glorifica al Padre también nosotros podamos glorificarlo con nuestras obras, con las palabras, con el testimonio que el Señor nos ha confiado, en el lugar al que Él nos ha enviado. Que tengas una bendecida semana.