Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios”. Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.
Qué lindo que es reconocer que Dios siempre está presente, que siempre estuvo y que se manifiesta de muchas maneras en nuestra vida, ¿no? Es bueno y es necesario entonces abrir bien los ojos para poder encontrarlo, para reconocerlo, eh. En el Evangelio de hoy, lunes de la tercera semana del tiempo ordinario, vemos que aparece gente que sigue hablando mal del Señor, no podían entender que Jesús estuviera lleno de la gracia y que alguien ame como Jesús amaba. Por eso él hacía milagros, por eso predicaba. Entonces la gente hablaba mal de él, murmuraba, chusmeaba, trataban de serrucharle el piso. Decían que estaba poseído por un espíritu impuro. Qué triste ver el mal donde no lo hay, qué triste cuando nuestros ojos quedan enceguecidos por el mal, por el odio, por la envidia. Mirá, a lo mejor alguien te tiene envidia efectivamente, alguien te tiene bronca o no te quiere. Bueno, qué le vas a hacer, si el mismo Cristo lo sufrió, por qué vos te vas a poner mal si alguien por ahí no te traga. Hay que responder amando, como dice Jesús y, por dónde se empieza, rezando por aquellas personas que a lo mejor no te desean lo mejor, que se alegran quizás por tus fracasos. Rezá por ellos. Tal vez sabés sus nombres, tal vez no. Acordate que menos es más por más, aunque te cueste, por más que te violente, tratá de nombrarlos, pedí que Dios los acompañe para que puedan cambiar eso.
Dice la Palabra que un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Satanás no puede hundirse a sí mismo, pero justamente “diablo” significa eso, “el que divide”. Diábolos es eso, el que anda sembrando divisiones. Fijate cómo a veces vos y yo somos medio “diablos”, eh. Andamos sembrando divisiones por ahí, cuando pensamos mal, cuando queremos separar por nuestras ideas, por nuestras decisiones, cuando hablo, cuando critico. ¿Viste cuando te piden opinión y a veces lo primero que sale es hablar mal? Qué fácil que es subirse al tren de la crítica, eh. Eso creo que es un pecado que todos tenemos, en mayor o menor medida, ¿te diste cuenta? Por eso te propongo un desafío para hoy: tratar de no hablar mal de nadie, por más que sea verdad, eh. Por más que te cueste, ponete un filtro: que lo que vayas a decir sea bueno, sea verdadero y sea útil. Te lo repito bueno, verdadero y útil. Si no pasa por eso, mejor hacé silencio. Qué triste cuando a veces en la misma iglesia nos despellejamos. Todo lo que genera división no es de Dios, por más que tengas razón, por más que sea verdad. Siempre hay que buscar la manera de permanecer unidos, en el trabajo, en la familia, en la parroquia, en donde uno esté. Buscar siempre la unidad. Trabajar entonces por la unidad. No hay pasar por tontos o ser relativistas donde parece que todo está bien o sufrir injusticias porque, si no, no es vivir de acuerdo a la acción del Espíritu Santo. Por eso el Señor dice “les aseguro que todo será perdonado a los hombres, todos los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es culpable de pecado para siempre”. Qué fuerte esto. ¿Pero cuál es el pecado contra el Espíritu Santo? Cerrar el corazón, esa cerrazón del corazón cuando pensás que nada tiene solución y ni siquiera Dios mismo aunque venga puede solucionarlo, cuando no te dejás perdonar, cuando no aceptas la misericordia de Dios ni para vos ni para los demás estás blasfemando contra el Espíritu Santo. Cada vez que vos pensás que sos Dios, eh. Pero el que se deja guiar por el Espíritu Santo va transformando su vida, es el que brilla por su humildad, el que brilla por su simpleza, el que brilla por su docilidad, eh. Por eso dejá que Dios te guíe y que puedas buscar siempre la presencia de Dios en tu vida, rezar por el que te critica, buscar siempre la unidad y ser dócil al Espíritu.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.