Sábado 28 de enero de 2023 – Evangelio según San Marcos 4,35-41

miércoles, 25 de enero de
image_pdfimage_print

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

 

Palabra de Dios

Padre Sebastián García | Sacerdote de le Congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharram

 

 

El evangelio de hoy comienza con una invitación que se va a volver una interpelación linda para la fe: «Crucemos a la otra orilla». Tiene reminiscencias del paso por el Mar Rojo y la Pascua del AT. Ciertamente es un pedido de Jesús que nos hace a cada uno de nosotros y a todos nosotros como comunidad. Cruzar a la otra orilla tiene que ver fundamentalmente con trascender. Es decir, ir más lejos, más allá. La invitación entonces de Jesús es acuciante: nos pide la fe para poder creer, sin ver evidencias claras a nuestra seguridad. Es un llamado hondo a salir de nosotros y romper con las seguridades, temores y miedos. Es un paso decidido que viene a sacudir nuestra “zona de confort” como solemos decir ahora. Es una invitación doble, por eso interpela. Jesús nos invita a cruzar, es decir, a salir de nosotros y aventurarnos, con la única seguridad de la confianza en él. Es la doble dimensión de la fe: nocional: creer en Jesús; fiducial: creerle a Jesús.

El tema es que para llegar a la otra orilla, no basta solo con creer en Jesús ni depositar toda la confianza en él, sino que esto se hará efectivo cruzando el mar. Ahí está el tema. Y el evangelio de hoy es muy determinante respecto de esto. Recoge toda la enseñanza y la tradición judía más pura y sincera. El mar es signo del mal. Todo lo oscuro, lo malo, lo tenebroso, lo contrario a Dios y que destruye al hombre, está resumido en el mar. De allí viene todo lo malo, la oscuridad y los tormentos. Por eso también la invitación de Jesús cuestiona. Porque para ir a la otra orilla, hay que pelearle al mal.

Esta dimensión beligerante de la fe y espiritualidad cristianas tiene que recobrar hoy todas sus fuerzas. No vale decir que está demodé. Nunca. Hoy más que nunca tenemos que recobrar la mística de lucha contra las fuerzas del mal. Porque hoy más que nunca y con esta pandemia del Covid-19 están operando fuertemente. A cada una de las épocas le ha tocado su lucha contra el mal, que se ha ido materializando de diferentes maneras. Quien no crea en el mal, que entre a algún portal de noticias en internet. Eso bastaría, pues maldad hay no sólo en lo que se narra, sino el tendencioso modo de narrar que tienen algunos medios. Es decir, hoy tenemos que salir a pelearle al mal. Será parte de “cruzar a la otra orilla”.

El evangelio de hoy sacude conciencias. No es para tibios, pues la auténtica fe cristiana tampoco. Menos la católica romana.

Así se nos da de lleno el sentido de la vida en el signo prodigioso de la tempestad calmada: Jesús recostado, haciendo referencia a su muerte, calma el mar-mal, alertado por absoluta falta de fe de sus discípulos. Hoy estamos llamados a vivir lo mismo, pero con una fe pascual renovada, que haga nuevas todas las cosas y no nos encuentre desesperados, sea por enfrentarnos al mal, sea porque huimos cobardemente, sino poniendo en Jesús toda nuestra confianza.