Ir no como quien lleva a Dios
sino como quien lo va a encontrar.
Ir sin todas las certezas
confiando en la invitación.
Irse achicando de a poco,
empezar a desinflarse de toda vanidad,
desatarse los cordones que atan.
Descalzarse para andar despacio
en este mundo arrebatado,
elegir el ritmo,
plantarle cara al egoísmo,
cerrarle la puerta a la urgencia,
descentrarse para ver
que hay otros que esperan,
ni son tantos, ni están tan lejanos,
Cristo vive al lado
mientras nosotros naufragamos
declarándonos perdidos
en busca de quimeras
Ciegos de yo,
vamos tras otras banderas,
que no son la de Cristo
pobre y sencillo
sino otras
lejanas y vacías.
Oh Cristo de los mares,
vuélveme a tu amor,
para que convertido el corazón
te ame a Ti
que esperas por mí.