En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.”
El evangelio de Juan, en el discurso de Jesús, va apareciendo ya en el horizonte la celebración de la Ascensión y de Pentecostés; es necesario que Jesús suba al Padre para que nos envíe otro Paráclito, el Espíritu Santo, el defensor que nos va a recordar la verdad profunda de la Salvación, aquel que nos va a ayudar a discernir el bien del mal, aquel que nos va a ayudar a discernir los signos de Dios, los signos del Reino y también nos ayuda a distinguir las voces del mal espíritu para no seguirlas.
El Espíritu Santo es el Maestro interior que nos ayuda en el discernimiento de nuestra vida, el que nos defiende, el que nos acompaña el que nos guía; es necesario que yo me vaya para que sea enviado el Espíritu Santo , dice Jesús, no nos dejará huérfanos.
Pidámosle al Espíritu santo, que es el Espíritu de Jesús resucitado.
Que tengas un hermoso día.