Jesús dijo a sus discípulos:No juzguen, para no ser juzgados.Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo?Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Comenzamos el último capítulo del Sermón de la Montaña, este extenso compendio de enseñanzas de Jesús a sus discípulos, ¿para qué? Bueno, para que ellos vayan trabajando su relación con Dios, su relación con ellos mismos y también su relación con los demás. Por eso el Señor hoy se detiene para decir “no juzguen”. Este es un evangelio bastante fácil para llevar a nuestra vida, para hacer un examen de conciencia, pero es muy difícil de cumplir. Por eso te invito a que meditemos, para que pensemos y pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine, que nos ayude a poner de manifiesto en nuestra vida la Palabra de hoy.
Por un lado, ¿quién sos vos para juzgar? ¿Quién soy yo para juzgar? Porque, qué fácil que es juzgar, ¿no? No sé si a vos por ahí te pasa, pero muchas veces podemos caer en eso de mirar demasiado las apariencias de la gente. Muchas veces nos enteramos de algo que, quizás no sabemos si es cierto o no, y entramos en la difamación, que es cuando uno repite cosas de otros, o peor aún, cuando nos dejamos llevar por la calumnia, es cuando caemos en la mentira, en la crítica. Bueno, son pecados muy feos y el Señor nos dice que hay que desterrarlos de nuestro corazón, de nuestra vida, cortar el chusmerío, cortar el llevar y traer, cortar toda esa desconfianza, esas malas interpretaciones, esa forma de mirar las cosas, de comparar, de juzgar, de condenar. Dice el Señor “no juzguen, porque con la medida que ustedes juzguen serán juzgados”. Fijate qué bueno esto, porque nos ayuda a quizás animarnos en primer lugar a hacer silencio frente a situaciones en que el comentario apresurado gana en las reuniones, en medio de esas situaciones tratar de poner una mirada distinta buscando descubrir el bien de aquel al que muchas veces todos le saltan a la yugular, tener una mirada positiva de los demás. Por eso yo te invito en este día a que te animes a reconocer vos también cuántas veces has criticado, juzgado, cuántas veces has comentado apresuradamente cosas sobre la vida de los demás. Bueno, pedile al Señor esa capacidad de empezar a dar pasos para dejar de lado ese juicio, para poder ser más misericordioso, porque ese en definitiva es el objetivo de nuestra vida, vivir la misericordia de Dios. Es un ejercicio diario porque la tentación siempre está, pero qué lindo caer en la cuenta de que nos puede estar pasando esto y pedirle al Señor la gracia de liberarte de toda crítica.
En segundo lugar, cuidate de la viga en tu ojo. Jesús dice también, ¿por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la vida que está en el tuyo. Cada vez que nosotros nos fijamos en los grandes errores de los demás puede ser en realidad porque los magnificamos y no estamos dándole la importancia que necesitamos a nuestros propios errores. Y esto que nos presenta es verdad lo que nos presenta el Señor es cierto cómo nos cuesta a veces ser autocríticos cómo nos cuesta mirar y aceptar las cosas que tenemos que cambiar ver que no somos mejores que los demás y que si por algo no nos hemos equivocado es por esa gracia de Dios. Por eso hoy mírate a vos mismo con la mirada de Dios y que eso te ayuda a crecer. Preguntate cuál es la viga que hoy no te deja crecer ni mirar bien la realidad. Hoy Jesús mismo te invita a reorientar tu mirada, a reorientar tu lucha. Basta de ir por el mundo mirando los defectos de los demás, me lo digo para mí también. Basta de ir por el mundo criticando, juzgando, condenando a tu hermano. Basta de montar juicios en la vida de los otros, basta de creerte juez o fiscal. Hay que volver la mirada y la lucha contra las vigas que hoy tenemos en nuestros propios ojos. Bueno, cada uno sabe cuál es la lucha, pero le pedimos al Señor también esa gracia, porque si uno crece también crecen los demás. Es verdad, no somos ejemplo de nada, es cierto, pero sí tenemos que ser testimonio, que todo esto te ayude, en definitiva nos ayude, a comprender a ese hermano que tenemos al lado y si alguien se equivoca bueno no alterarse, acordarse que Dios también tiene mucha paciencia con nosotros y que nuestra misión es acompañar, orientar, pero sobre todas las cosas rezar por nuestros hermanos.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.