Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”.Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”.Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal?¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’?Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.El se levantó y se fue a su casa.Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
El evangelio de este jueves nos muestra la actitud de Jesús frente a una persona que necesita ser sanada. Esta persona era un hombre paralítico, que es llevado delante de Jesús – lo llevan en una camilla – y que cuando Jesús se lo encuentra le dice: “Hijo, tené confianza, tus pecados están perdonados”. Jesús le da lo más grande que le puede dar: su misericordia. Pero como eso despierta todo un murmullo y una crítica de los escribas que decían: “está blasfemando, se pone en el lugar de Dios, se cree que puede perdonar los pecados”. Entonces Jesús también le dice: “Levantate, tomá tu camilla y andá a tu casa”. Lo sana también en el cuerpo para mostrar lo que Él ya había hecho en el alma de ese hombre.
Ahí tenemos la actitud de Jesús y dos actitudes de fondo. Una es la de las personas que llevaron a ese hombre delante de Jesús. Mateo lo cuenta más resumidamente, los otros evangelios por ahí lo detallan un poco más y dicen que eran cuatro amigos que lo habían llevado por el techo, habían buscado la vuelta para llevarlo con Jesús. Ayudar a que el otro se encuentre con Jesús, ayudar a que el otro pueda estar cara a cara con Jesús para que Jesús pueda obrar, pueda tocar el corazón, pueda sanar desde el fondo del corazón.
La otra actitud, totalmente contraria, es la de los escribas: ellos están mirando la escena pero desde afuera, desde lejos, y están mirándola como para para ver qué pueden criticar, qué pueden juzgar. Y de hecho se ponen a hablar mal de Jesús. Pero no se comprometen con esa persona. Para ellos, la persona que sufre y que necesita de Jesús en el fondo no cuenta. Porque ellos miran desde afuera para poder juzgar.
Bueno: esas dos actitudes nos definen también a nosotros. Y a nosotros se nos pide también que tomemos partido: ¿de qué lado estamos? ¿Somos nosotros de los que ayudamos a nuestros hermanos a que se acerquen a Jesús? ¿Somos de aquellos que, cuando nos encontramos con alguien que está herido, herido en el alma, en el corazón, buscamos la manera, buscamos la vuelta, para poder ponerlo delante de Jesús y que Jesús pueda obrar y que Jesús pueda sanar el corazón? ¿O somos los que estamos ahí mirando, un poco desde lejos, siempre criticando, juzgando, pero sin comprometernos, sin mover un dedo para el bien del hermano?
Jesús nos quiere sanar y nos quiere sanar integralmente. A nosotros también nos dice: “Tené confianza”. A nosotros también nos dice: “Levantate”. Esa es la fuerza de Jesús, esa es la fuerza de su misericordia, que nos sana el corazón y nos hace levantarnos de nuevo, nos hace ponernos en camino otra vez. Abramos el corazón a vesa misericordia y seamos de los que ayudan a los hermanos a poder encontrarse con ese corazón de Jesús, que está lleno de amor y que nos quiere sanar desde adentro. Que Dios los bendiga.