Jesús dijo a sus discipulos:Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
El evangelio de hoy nos presenta el tema de la corrección fraterna. Nos dice la Palabra que si un hermano peca debe ser corregido en privado. Sino cambia la actitud se debe proceder a hablar con dos o tres personas más que sirvan como testigos del diálogo. Y si el pecador sigue empecinado ya la comunidad debe tomar parte.
Algunos puntos que nos pueden iluminar en este desafiante evangelio.
En primer lugar, el evangelio nos presenta el tema del pecado como una realidad que no es indiferente a la comunidad cristiana. Realmente el pecado es una enfermedad que afecta a todo el cuerpo de Cristo. La iglesia lo enseña con certeza en el catecismo y lo expresa en la enseñanza de su doctrina social: El pecado, por más pequeño y por más oculto que sea, siempre tiene consecuencias sociales. Siempre afecta y repercute en los demás. Es por eso que el pecado de los hermanos no solo es motivo de escándalo para los cristianos, sino que debe ser motivo de compasión. Una compasión que lleva a involucrarse y corregir. Si el pecado es una enfermedad del corazón, los cristianos debemos ser camino de delicada sanación.El Evangelio nos invita a corregir. Corregir no significa meternos a enrostrar a los demás lo que hacen mal, sino más bien mostrar a aquellos que son parte de la comunidad cristiana cuál es el mensaje de Jesús, es decir, anunciarles el evangelio que siempre nos invita al cambio de vida y la conversión. Es muy difícil corregir a alguien, pues es verdad que cada uno es maestro en su propia vida en el arte de vivir. Pero debemos animarnos, movidos por el amor, a que todos los discípulos de Jesús vivan en su verdad. Surge la pregunta de este evangelio: ¿Corrijo a mis hermanos cuando veo en ellos actitudes, gestos y opciones que son lejanas al mensaje del Señor? ¿Cuándo lo hago estoy atento a la manera en la que uso mis palabras? ¿Corrijo desde arriba, como si fuera un experto en moral o más bien trato de ser como un compasivo espejo donde el otro pueda descubrir por sí mismo aquellas cosas que no le hacen bien y que no hacen bien a los demás?
Un criterio que puede ayudarnos en el arte de la corrección fraterna es poder distinguir si las ofensas que quiero corregir me tocan a mi en primer lugar, o si son ofensas que repercuten en alguien más, es decir, en un tercero. Porque si la ofensa de mi hermano es dirigida hacia mi lo que corresponde que brote del corazón de los cristianos es el perdón. En cambio, si la ofensa es dirigida hacia otro hermano, lo que debe brotar de mi corazón es la compasión y la justicia, especialmente si se trata de pobres y pequeños. Solo se debe aplicar la enseñanza de la corrección fraterna cuando veo que un hermano a ofendido o dañado a otro hermano. Si el ofendido soy yo, Jesús nos invita a entrar en el camino del perdón.
Espero que estos sencillos criterios te ayuden a vivir la corrección fraterna como un medio evangelizador, de crecimiento personal y comunitario. Que Dios te bendiga es acompañe a lo largo de este día.