Jueves 14 de Septiembre de 2023 – Evangelio según San Juan 3,13-17

martes, 12 de septiembre de
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Jesús dijo a Nicodemo:«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

Palabra de Dios

Padre Sebastián Zagari | Sacerdote de la Diócesis de San Nicolás

Hoy la iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y por eso en el evangelio escuchamos un pedacito del diálogo de Jesús con Nicodemo, que nos cuenta el evangelio de Juan, y que habla de que así como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto. Esa imagen de Jesús levantado en alto que, en realidad, se va a poder contemplar en la Cruz. Jesús es levantado en alto cuando va a la Cruz. Y cuando va a la Cruz, nosotros lo que vemos en la Cruz y por eso la veneramos, la adoramos, le cantamos, la celebramos, lo que vemos en la Cruz es el triunfo del amor. Mirar la cruz de Jesús, contemplar la Cruz de Jesús es proclamar que el amor es más fuerte que todos nuestros fracasos, que el amor es más fuerte que el pecado, que el amor es más fuerte que el mal, que el amor es más fuerte que la muerte.

Cuando contemplamos a Jesús en la Cruz contemplamos el triunfo del amor. Por eso en el Evangelio de hoy Jesús dice que todos los que creen en Él vamos a tener vida eterna. Todos los que miremos con fe a Jesús levantado en la cruz, todos los que creamos en el amor que se manifiesta en la cruz, vamos a experimentar la vida eterna que Jesús nos regala. Jesús da la vida por amor: Él mismo lo había dicho… “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Y en ese dar la vida de Jesús nosotros encontramos vida y vida eterna.

Por eso hoy contemplamos este misterio de amor, de un amor de Dios tan grande que es capaz de alcanzarnos hasta el fondo de nuestras miserias, que es capaz de llegar hasta esos lugares donde ni nosotros nos animamos a llegar de nosotros mismos, que es capaz de descender hasta las profundidades más oscuras, o más sucias, o más escondidas y cerradas de nuestro corazón. El amor es capaz de abrir las puertas que están más cerradas. El amor es capaz de pasar incluso por encima de todos los obstáculos. El amor es capaz de transformar las realidades más difíciles y eso es lo que contemplamos cuando contemplamos la Cruz. Contemplamos el amor de Jesús que nos cambia, que nos transforma, que nos salva, y que nos alcanza siempre, sea donde sea que estemos.

Porque, como nos dice el evangelio de hoy, “Dios amó tanto al mundo que entregó a su hijo único para que todo el que cree en él no muera sino que tenga vida eterna”. Estamos llamados a la vida. Lo que Dios quiere para nosotros es vida. Lo que él nos quiere regalar es vida eterna. Y eso lo tenemos por el amor de Jesús manifestado en la cruz.

Dios no envió a su Hijo Jesús para juzgar al mundo sino para salvarlo. Tenemos que creer esto. Dios quiere que nosotros tengamos salvación. Dios quiere que nosotros tengamos vida. Dios quiere que nosotros experimentemos en nuestra vida la fuerza del amor que libera y que salva. Hoy miremos la Cruz, pero al mirar la Cruz no nos confundamos: lo que estamos mirando, lo que estamos contemplando, lo que estamos celebrando es el amor tan grande de Dios que se nos regala, se nos da, y a partir de ahí nos da mucha vida para que nosotros también podamos dar mucha vida. Miremos la cruz, miremos el amor, y dejemos que la fuerza del amor de Jesús manifestado en la cruz alcance todos los rincones de nuestra vida y de la vida de los que nos rodean.