Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:”Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.
Este es el motivo por el cual leemos la Pasión. Para saber que Jesús asume el lugar de todas las víctimas: se coloca en el último lugar de todo y de todos, va a lo más podrido de lo podrido y lo más oscuro de lo oscuro, para llevar luz y esperanza y desde allí comenzar su obra de salvación. Jesús está colgado de una cruz y escarnecido no para que veneremos sin más un elemento de tortura romana, ni nos golpeemos el pecho diciendo: “pobre Jesucito…”
No. Jesús cuelga en una cruz para identificarse con todas las cruces, con todos los crucificados, con todas las víctimas. Hoy Jesús sigue colgado de una cruz por amor a Dios y a los hombres, para ocupar él el lugar de todas las víctimas y para que viéndolo nosotros, podamos compadecernos, no de Jesús, sino de nuestros hermanos, víctimas de un sistema y de millones de duros corazones que expulsan, matan, marginan, explotan, violan y violentan lo más sagrado de nuestra condición humana. Jesús se identifica con todo aquel que es víctima de la violencia y de la injusticia que nosotros mismos hemos creado y somos responsables en el mundo. Jesús nos recuerda hoy con su Pasión que la pasión de todos los que sufren es su misma pasión, que los lleva consigo, que les abre las puertas de su corazón, que vino para salvarnos a todos, pero quiere empezar por ellos y hacernos entender a todos que queda en nuestras manos la decisión de poder de veras abrir el corazón para entregarlo por amor a todos los hermanos y hermanas que son víctimas porque alguno de sus derechos son vulnerados, o seguir adelante, invisivilizándolos con la mirada, acostumbrándonos a que sean parte de nuestro paisaje urbano.
Frente a la cruz de Jesús no nos queda otra que elegir: o nos ponemos del lado de las víctimas y decidimos como Jesús abrazarlas en sus heridas por amor, o… seguir de largo.