(Juan 3,1-8)
Nicodemo está en la oscuridad de la fe. Él sabe que Jesús viene del Padre, va a verlo y se lo dice. Va de noche, todos vamos de noche…
La fe es un don, él cree… ¿Por qué no se consuma su renacimiento, si trae esta certeza? Él cree en los signos, se le está limpiando la mirada, ¿cuál es el sentido de su interpretación literal de las palabras de Cristo? Es un fariseo, experto en interpretar las escrituras. ¿Qué duda le queda de lo que está diciéndole?Su pregunta parece desconcertante: «»¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?».
«Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que nacer de nuevo’; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu»».
Nicodemo cree, busca respuestas en la penumbra. Es un experto en la palabra. ¿Su ansiedad lo lleva a hacer esa pregunta superflua, que de algún modo refuta la respuesta que está buscando? ¿O es la resistencia al cambio lo que lo mantiene sordo?
¿Son las regulaciones religiosas o es la comodidad de una vida armada lo que lo ata y no le permite abrirse libremente al Espíritu para dejarlo obrar en él sin preguntar adónde va, para que sea Su voluntad y no la propia?
O acaso la explicación sea otra.
La pregunta es incomprensible en labios de un hombre que ha dedicado su vida a estudiar los textos sagrados.
¿Por qué la hace, tan básica, elemental, falta de sentido? ¡Porque Nicodemo cree y la fe lo hace pequeño…!
Empieza a dejar de lado todo lo aprendido y se muestra, casi ingenuo, como un niño ante Jesús. Desaprendiendo y naciendo de nuevo. La pregunta es una prueba de lo que ni él mismo comprende: se ha entregado y lo que empieza a obrar en él, el Espíritu, lo vacía de sí.
Está en la oscuridad de la fe, pero no porque se ha cerrado, al contrario: porque su corazón ya acepta lo que no entiende su mente.