Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?».
«Señor, que yo vea otra vez.»
Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado.» En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Palabra del Señor
P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
El evangelio de hoy describe la llegada de Jesús a Jericó. Es la última parada antes de la subida a Jerusalén, donde se realiza el “éxodo” de Jesús según había anunciado en su Transfiguración (Lc 9,31) y a lo largo de la caminada hasta Jerusalén (Lc 9,44; 18,31-33).
El ciego estaba sentado junto al camino. En el evangelio de Marcos, el ciego se llama Bartimeo (Mc 10,46). Al ser ciego, no podía participar en la procesión que acompañaba a Jesús. El grito del ciego incomodaba a la gente que acompañaba a Jesús. Por eso, lo increpaban para que se callara. Ellos trataban de acallar su grito, pero él gritaba mucho más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Hoy también, el grito de los pobres incomoda la sociedad establecida: migrantes, enfermos, mendigos, refugiados, mujeres golpeadas, personas desaparecidas…
Y Jesús ¿qué hace? Se detiene y lo manda que se lo llamar. Jesús escucha y pregunta. “¿Qué quieres que te haga?”
La curación finalmente es el fruto de su fe en Jesús. Curado, sigue a Jesús y sube con él a Jerusalén. De este modo, se vuelve discípulo, modelo para todos nosotros que queremos “seguir a Jesús por el camino” hacia Jerusalén: creer más en Jesús que en nuestras ideas sobre Jesús. En esta decisión de caminar con Jesús está la fuente de valor y la semilla de la victoria sobre la cruz.
La condición es siempre la misma: creer en Jesús. La curación del ciego aclara un aspecto muy importante de nuestra fe. La comprensión total del seguimiento de Jesús es el compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén escuchando los gritos de los más pobres y ofreciendo lo que tenemos, a Cristo.
– ¿Cómo veo y siento el grito de los pobres: migrantes, enfermos, mendigos, refugiados, madre solteras, de tantos?
– ¿Cómo es mi fe: me fijo más en las ideas sobre Jesús o en Jesús y su persona?