Evangelio según San Lucas 19,41-44

miércoles, 22 de noviembre de
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Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. 

 

Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.  Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”. 

 

Palabra de Dios

 


 

Padre Pablo Osow sacerdote de la Arquidiócesis de La Plata

 

En este Evangelio se nos relata la entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén y esta profecía que Jesús hace de la destrucción de Jerusalén y del templo que históricamente se darán en el año 70 d.C. Pero también podríamos decir que esta paz que le falta a Jerusalén se extiende lo largo del tiempo, porque en general la región ha estado sometida a guerras y conflictos interminables aun hoy. No debe ser interpretado esto como un castigo sino como una consecuencia de una elección, Jesús nos hace referencia que no hemos sabido recibir la visita de Dios y por eso viene todo lo demás. Como todas las imágenes de castigo que aparecen en el Evangelio, inclusive el Infierno, deben reinterpretarse como un autocastigo, fruto de una elección personal.

 

A veces nos pasa también a nosotros, no reconocemos el tiempo en que fuimos visitados por Dios. No reconocer que es este el Señor, y que no es ningún rey, ni gerente que da órdenes, no es un jefe, ni es un juez que nos amenaza para castigarnos, no es un controlador ni un negociante que nos pide para darnos. Reconocer que este es el Señor, el Señor Jesús, nuestro rey, amigo y hermano. Y reconocer cuántas bendiciones hemos recibido a lo largo de nuestras vidas e incluso en el presente y cómo las ocupaciones y las cosas que no pasan van tapando esta clave de bendición que es la que nos llena el corazón de alegría y de fuerza.

 

Y por eso es más fácil que no destruyamos cuando no nos sentimos bendecidos. Nos quedamos indefensos y perdemos la fortaleza interior y nos sentimos arrasados como Jerusalén, nos sentimos destrozados como si no quedara dentro nuestro piedra sobre piedra. Esto ocurre porque a veces no supimos fortalecernos interiormente recibiendo la visita de este Señor que siempre viene, siempre bendice y siempre está.

 

Les mando un abrazo y el deseo de la presencia viva del Señor.

 

 

 

 

Oleada Joven