Evangelio según san Lucas 21, 1-4

lunes, 27 de noviembre de
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Levantado los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir».

 

Palabra del Señor

 


P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

En el Evangelio de hoy, Jesús elogia a una viuda pobre que sabe compartir más que los ricos. Muchos pobres de hoy hacen lo mismo.

 

Jesús estaba ante el arca del Templo y observaba cómo la gente iba echando su limosna. Los pobres echaban pocos centavos, los ricos monedas de gran valor. Los cofres del Templo recibían mucho dinero. Todos echaban algo para la manutención del culto, para el sustento del clero y la conservación del edificio. Parte de este dinero era usada para ayudar a los pobres, pues en aquel tiempo no había seguridad social. Los pobres vivían de la caridad pública. Las personas más necesitadas eran los huérfanos y las viudas. Dependían en todo de la caridad de los demás, pero así mismo, trataban de compartir con otros lo poco que poseían. Así, una viuda bien pobre, pone su limosna en el arca del Templo.

 

Para la mayoría, las monedas de los ricos eran mucho más útiles para hacer la caridad, que los pocos centavos de la viuda. Los discípulos, por ejemplo, pensaban que el problema de la gente podía resolverse sólo con mucho dinero. Jesús tiene criterios diferentes. Al llamar la atención de los discípulos hacia el gesto de la viuda, les enseña a ellos y a nosotros dónde debemos procurar ver la manifestación de la voluntad de Dios, a saber, en los pobres y en el compartir.

 

La práctica de dar limosnas era muy importante para los judíos. Era considerada una “buena obra”. Dar limosna era una manera de reconocer que todos los bienes y dones pertenecen a Dios y que nosotros no somos mas que administradores de esos dones. Pero la tendencia a la acumulación sigue muy fuerte. Cada vez renace de nuevo en el corazón humano. La conversión es necesaria siempre. La práctica del compartir y de la solidaridad es una de las características que el Espíritu de Jesús quiere realizar en las comunidades. Para aprender el camino del Reino, todos debemos volvernos alumnos de aquella pobre viuda, que compartió con los demás hasta lo necesario para vivir (Lc 21,4).

 

 

 

Para la reflexión personal

 

• ¿Cuáles son las dificultades y las alegrías que has encontrado en tu vida para practicar la solidaridad y compartir con los otros?

• ¿Cómo es que los dos centavos de la viuda pueden valer más que las muchas monedas de los ricos?

 

 

Oleada Joven