Jesús, mi Dios, mi Redentor,
mi Amigo, mi íntimo Amigo,
mi corazón, mi cariño.
Aquí vengo, Señor,
para decirte desde lo más profundo de mi corazón
y con la mayor sinceridad y cariño de que soy capaz,
que no hay nada en el mundo, que me atraiga,
sino Tú sólo, Jesús mío.
No quiero las cosas del mundo.
No quiero consolarme con las criaturas.
Sólo quiero vaciarme de todo de mí mismo,
para amarte sólo a Ti.
Para Ti, Señor, todo mi corazón,
todos sus afectos, todos sus cariños, todas sus delicadezas…
¡Oh Señor!, no me canso de repetirte:
Nada quiero sino tu amor y tu confianza.
Te prometo, te juro, Señor,
escuchar siempre tus inspiraciones,
vivir tu misma vida.
Háblame muy frecuentemente
en el fondo del alma
y exígeme mucho,
que te juro por tu Corazón
hacer siempre lo que tú deseas,
por mínimo o costoso que sea.
¿Cómo voy a poder negarte algo,
si el único consuelo de mi corazón
es esperar que caiga una palabra de tus labios,
para satisfacer tus gustos?
Señor, mira mi miseria,
mi dureza, mi debilidad…
Mátame antes de que te niegue algo
que Tú quieras de mí.
¡Señor, por tu Madre!
¡Señor, por tus almas!,
dame esa gracia…
P. Pedro Arrupe