Donde hay soledad, hay corazones esperando oportunidades, hay ocasiones dispuestas a brindarnos lo que buscamos. Así me dispuse a ver esta película, en la soledad de un cine español con pocos espectadores. Cuando comenzó la proyección la fotografía y la banda sonora ya me habían transportado a aquella extraña sensación de haber vivido todo aquello que el director, Samuel Benchetrit, nos contaba. Esta comedia francesa conquistó mi corazón a las pocas escenas.
La historia ocurre en un edificio decadente en los suburbios de alguna ciudad francesa, donde viven los personajes que dan vida a historias corrientes que conmueven desde el inicio: Un hombre que quedó discapacitado y su enfermera; una aspirante a actriz y un joven adolecente que nunca ve a sus padres; una madre cuyo hijo está en prisión y un astronauta caído del cielo. Todos ellos tienen en común una cosa: Viven en la más triste soledad ilustrada en aquel viejo edificio.
Con Crónicas del asfalto el escritor y cineasta, director de esta película, abrió el proyecto literario de contar los primeros treinta años de su vida en cinco libros. Benchetrit comenzó a narrar su infancia y adolescencia a partir de historias mínimas protagonizadas por los vecinos del edificio en el que creció, situado en un barrio de extrarradio. La comunidad de los corazones rotos, su quinto largometraje, es una experiencia a través de la cual va construyendo un emotivo relato sobre la soledad de las personas que, sin saberlo, comparten un mismo lugar.
Aquella soledad nos lleva de lo cotidiano a lo mágico en simples secuencias que nos muestran cómo se tejen los vacíos de los personajes. Un vacío de nostalgia hermosa que empieza a desaparecer cuando, sin querer, conocen a alguien dispuesto a compartirles su vacío. Y no, no hablamos del amor de una pareja, sino de aquel amor tan puro entre dos extraños que al mirarse se ven como hermanos, que se ayudan, se complementan y ceden ante sus diferencias con la disposición total de conocer más al otro. Una madre, un hijo, un plato de comida, un abrazo, un oído, muestras de afecto que salvan y que, lamentablemente, no siempre vemos como un heroísmo cotidiano. Y es ahí donde me atrevo a decir que está el amor de Él, que si transparenta en esos gestos y encuentros con quienes son nuestros hermanos.
Salí del cine por casualidad, con una emoción que desconocía hasta hacía unas horas, preguntándome en qué momento dejé que aquellos actos de amor tan simples pasen desapercibidos por mi vida. Entonces entendí y recordé que la soledad es buena compañera pero es pasajera porque siempre hay alguien dispuesto a abrazarnos. Ya nos lo dijo:
“Estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” Josué 1:5.
¡Que disfruten de esta sencilla película tanto como yo!
TRAILER:
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