Don Bosco, fundador de los Salesianos, es conocido como el patrono de los jóvenes. ¿De dónde surge su profunda vocación?
A los nueve años tuvo un sueño que le marcó el resto de su vida. Se vio en medio de un campo, cerca de casa, próximo a un grupo de niños que juegan y se divierten. Pero entre ellos hay algunos que se insultan y pelean. Juan intenta calmarlos a base de gritos y golpes. De repente, aparece Jesús en forma de un hombre atractivo que le dice: “No con golpes, sino con amor y paciencia los harás tuyos y serán tus amigos, y podrás enseñarles a huir del pecado y a obrar la virtud”. Lleno de confusión, Juan contesta que un chico ignorante como él es incapaz de educar a aquellos muchachos. El hombre le indica la maestra que le enseñará la obediencia y la adquisición de la ciencia verdadera: María, su propia madre. Está, a su vez, mostrándole al grupo de chicos le dice: “He aquí tu campo de misión. Sé fuerte, humilde y robusto”.
Juan, siempre en sueños, rompe a llorar sin entender nada. Entonces María le coloca su mano sobre la cabeza y le dice: “Cuando sea la hora, lo entenderás todo”. Años después, ya adulto, Don Bosco relaciona este sueño con su vocación educativa de la juventud.
Va creciendo en él poco a poco la vocación sacerdotal. Observa por las calles a los sacerdotes de los pueblos que, entregados con celo a su tarea, no obstante no tenían un trato familiar con los chicos. Sólo trataban a los adultos. “Si yo fuera sacerdote, lo haría de forma distinta. Me acercaría a los niños y a los jóvenes para charlar con ellos y darles buenos consejos”.
A los catorce años, conoce a don Calosso, viejo párroco de un pueblecito vecino. Encuentra en él a un buen amigo del alma. Se convierte además en su buen maestro espiritual. Juan le abre su corazón y él le enseña a sacar provecho de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, y le enseña a hacer cada día un rato de oración personal. Serán los fundamentos de su formación espiritual. Un año después, asiste a clase con compañeros más jóvenes que él. Su memoria y su despierta inteligencia hacen que adelante rápidamente y, en pocos años, adquiere el nivel propio de su edad.
Juan se convierte en el líder de sus compañeros de escuela y de diversión, gracia a su simpatía, su facilidad con el estudio y su honestidad.
A los veinte años, acabados sus estudios básicos y preuniversitarios, se plantea qué hacer en el futuro. Tiene clara su vocación sacerdotal, pero ¿dónde? ¿cómo sacerdote diocesano o cómo fraile? Después de reflexionarlo durante un tiempo, decide entrar en el convento de san Francisco de la ciudad de Chieri. Pero no queda tranquilo y su espíritu inquieto le hace soñar de noche: una voz le increpa “Dios te prepara para otras mieses”. Lo consulta con un sacerdote, pariente de un amigo suyo, y decide por fin ingresar en el seminario diocesano de Chieri.
En el otoño de 1835 Juan Bosco recibe la sotana de sacerdote. En tal ocasión su madre le hace esta reflexión: “Mi querido Juan, ahora vistes el hábito sacerdotal y eso me hace muy feliz; pero recuerda que no es el vestido lo que te honrará sino el estilo de tu vida. Si en alguna ocasión dudas de tu vocación, quítate esta ropa antes de deshonrarla. Prefiero tener un hijo labrador que no un hijo que sea un sacerdote indigno”.
El año 1841 es uno de los más importantes en la vida de Juan Bosco. Acaba los estudios teológicos y es ordenado diácono y presbítero. A finales de este mismo año iniciará, de forma todavía tímida, lo que será, años más tarde, la Obra Salesiana. El sábado 27 de marzo recibe el diaconado, y pocos meses después, el 5 de junio, vigilia aquel año de la fiesta de la Santísima Trinidad, el presbiterado. Se marca todo un proyecto de vida en los días de retiro que preceden a su ordenación: “El sacerdote no va solo al cielo o al infierno; va acompañado de las personas que ha ayudado o a las que ha escandalizado”.
Por eso: 1. Me apartaré de todo aquello que me distraiga de mi vocación sacerdotal; 2. Trabajaré sin descanso a favor del Evangelio; 3. Lo haré todo con la paciencia y la dulzura de san Francisco de Sales; 4. Cada día dedicaré un tiempo a la oración personal; 5. Me mantendré siempre disponible a los demás, sobre todo en lo referente a la educación de la fe.
Su estilo de vida: • Una visión optimista y humanista • Alegre y con sentido de la responsabilidad • Importancia de la amistad, del diálogo cordial y afectuoso • La cercanía y los buenos consejos • El estudio y la honestidad • Líder estudiantil • Amor por la educación, los niños y jóvenes • El valor pedagógico de la Eucaristía y la Reconciliación • La devoción a María como auxiliadora de los cristianos • Tener un proyecto de vida
Fuente: Don Bosco, patrono de la JMJ Panamá 2019