Que yo no pierda el optimismo,
aun sabiendo que el futuro que nos espera puede no ser tan alegre…
Que yo no pierda la voluntad de vivir,
aun sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa…
Que yo no pierda la voluntad de tener grandes amigos,
aun sabiendo que, con las vueltas del mundo, ellos se van de nuestras vidas…
Que yo no pierda la voluntad de ayudar a las personas,
aun sabiendo que muchas de ellas son incapaces de ver, reconocer y retribuir esa ayuda…
Que yo no pierda el equilibrio,
aun sabiendo que muchas fuerzas querrán que yo caiga…
Que yo no pierda la luz y el brillo en la mirada,
aun sabiendo que muchas cosas que veré en el mundo oscurecerán mis ojos…
Que yo no pierda el coraje,
aun sabiendo que la derrota y la pérdida son dos adversarios sumamente peligrosos…
Que yo no pierda la razón,
aun sabiendo que las tentaciones de la vida son muchas y deliciosas…
Que yo no pierda mi abrazo fuerte,
aun sabiendo que un día mis brazos estarán débiles…
Que yo no pierda la belleza y la alegría de ver,
aun sabiendo que muchas lágrimas brotarán de mis ojos y correrán por mi alma…
Que yo no pierda el amor por mi familia,
aun sabiendo que ella muchas veces me exigirá esfuerzos increíbles para mantener la armonía…
Que yo no pierda la voluntad de donar este enorme amor que existe en mi corazón,
aun sabiendo que muchas veces él será rechazado…
Que yo no pierda la voluntad de ser grande,
aun sabiendo que el mundo es pequeño…
Y, por sobre todo… que yo jamás me olvide que ¡Dios me ama infinitamente!
Daniel Fernández Merlo.