Antonia misionera argentina en el Punto Corazón de Honduras, se despide y nos comparte la alegría de las tradicionales Posadas Navideñas.
Aquí pasamos una Navidad muy linda, y muy distinta. Durante los nueve días antes del 25 de diciembre hicimos las “Posadas”, una tradición de la zona que consiste en ir en grupo a una casa y al llegar tocar la puerta y con guitarras cantar una canción en la que José y María piden que los dejen pasar, que “les den posada” porque no tienen donde dormir, y desde adentro contestan cantando que no, hasta que finalmente ante la perseverancia de José y María los dueños de casa abren sus puertas y dejan pasar a todo el grupo, cantando una canción de bienvenida, ofreciendo la morada a estos peregrinos.
Por ejemplo María Elena, una señora de unos sesenta años que vive cerca nuestro. Le ofrecimos hacer una posada en su casa, y aceptó muy contenta. Cuando llegó el día, no cabíamos todos dentro de su casa, la puerta se cayó y había sogas que atravesaban todo el cuarto y que había que estar esquivando. Pero viendo la disposición con que nos recibía ella, se hacía más real que nunca lo que cantábamos en cada casa al entrar: “entren Santos Peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, os la doy de corazón; cantemos con alegría todos al considerar, que Jesús, José y María nos vinieron hoy a honrar”.
Ella estaba feliz de que Jesús quisiera acercarse a su casa también, alababa a Dios y disfrutaba de todo con una sencillez que emocionaba.
En unos días regreso para Argentina (“¡Eso es en otro planeta!” le explicó hoy María Inés a otra señora). ¡Estoy tan, tan agradecida con Dios por haberme invitado a venir acá! Descubrí que es bueno reconocer y escuchar esas certezas y anhelos que Dios pone dentro nuestro.
Ahora mi misión como cristiana sigue toda la vida, y lo bueno es que sé que Dios no vive solamente en Honduras, sino que está vivo y nos acompaña en todo lugar, ¡en todo momento!
Antonia F.