MARÍA, LA VERDADERA MADRE DE LA FE.
María fue la Verdadera Madre de la Fe, de una fe infinitamente superior que la de Abraham. Fue una madre joven, a riesgo de ser despreciada y vilipendiada del Hijo que no era de José, siguió confiando en lo que Dios haría en ella, fue elegida del Dios Padre siendo incomprendida y malinterpretada, sin entender demasiado siguió creyendo. Vivió su parto en la soledad de un establo lleno de animales con la ayuda de un abnegado esposo y unos pobres pastores pero siguió amando a Dios. Un anciano que la bendijo, le profetizó sería el Hijo un signo de contradicción y que una espada atravesaría su propia alma maternal, tuvo suficiente fe para no mirar atrás y sin negar la realidad. Tuvo que exiliarse de su propio país para salvar al Hijo perseguido por un tirano y vivir contra su voluntad en Egipto pero siguió creyendo al Eterno. Volvió a su casa y a los años su Hijo se le perdió en el Templo por tres días, le buscó desesperada pero con la confianza de poder encontrarlo. Vivió como carpintero incomprendido por la gente y María aun así siguió atesoró esto en su corazón. Un día se marchó de casa y sola la dejó, para cumplir su misión de salvar al mundo. Sufrió la incomprensión de su familia, soportó que lo llamaran loco, que sus vecinos lo quisieran despeñar un sábado. Que tres años estuviera fuera de casa, que no quisiera recibirla y dijera que su famlia era la que cumplía la voluntad de Dios, que la gente lo tomara por loco y que sólo los trabajadores pobres, los enfermos, ladrones, pecadores, ancianas y prostitutas lo amaran de verdad. Aún así ella dio gracias por lo que tocó, por el Hijo que era la Luz del mundo, que Él le amara aunque con cierta extrañeza. Fue fiel, obediente y leal. Sufrió con un innegable valor la traición de Judas, la negación de Pedro, el abandono de los apóstoles, el dolor de las mujeres y la desesperación de la Magdalena. Sufrió que los del Sanedrín lo condenaran injustamente, que le escupieran los guardias, que Pilato lo condenara, que los soldados lo flagelaran con saña, que la gente gritara por su muerte sin piedad, verlo coronado de espinas. Que lo viera cargando la cruz, que los soldados lo patearan, que la gente lo golpeara, que un trabajador que fuera obligado a ayudarle, que una vieja le limpiara su rostro con tristeza, que muchísimas mujeres lloraban porque Él las dejaba, que lo clavaran en la cruz, sentir sus alaridos, con pies y manos perforados aún así ella confió. Que la gente se burlara, humillado públicamente, que Él con Juan la dejara, que él muriera sufriendo horas de agonía y un soldado le atravesó el costado penetrándolo en su corazón. Ella no dejó de confiar a pesar de ello, su dolor que es inhumano con valor lo soportó, no se dejó hundir, no se rindió. Ella lo recibió muerto en sus brazos, en su regazo ella lloró, juntara sus lágrimas con varias mujeres por amor las reunió. Ser sepultado y enterrado pero su fe nunca decayó, no se escondió sino que por Dios siguió. Confió en el propósito del Señor, se dejó usar para mayor provecho del mundo. Entregó a su único Hijo para el holocausto del Cordero de Dios. Su fe no vaciló, no flaqueó, con fortaleza y con entereza al mundo venció. Mírala y no estarás solo. Ella todo lo conoció. Confía en su amor que no serás defraudado. Atrévete a soñar y sigue a Dios en tu corazón. Abraham pudo conservar vivo a su Isacc, María tuvo que ver morir a Jesús para que el mundo se salvara. Por eso Ella fue la Madre de la fe, más que Abraham y por eso quedó en el corazón del mundo. Su mayor honor fue ser la Santa y Bendita de entre todas las mujeres. Abraham fue padre de muchas naciones pero María es la Madre de toda la humanidad. ¡María de Nazareth, Virgen y Madre Nuestra nunca te olvides de nosotros!