El amor que piensa

martes, 14 de febrero de
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El paradigma del amor, es uno ideal y sobretodo lleno de altas expectativas. Lo cual no es malo, pero hay que alinearlo a la realidad. La realidad humana no se encuentra aislada del mundo del amor, al contrario se encuentra muy ligada a esta. Por tal razón, es necesario que vivamos un amor real, buscando siempre lo que es agradable a Dios.

 

Amar es una palabra que implica una entrega total, libre, sin condiciones y sin límites. Quien ama verdaderamente, piensa en hacer el bien en todo momento.

 

Quien ama de verdad, piensa en alegrar la vida de los demás, en nunca ser motivo de tristeza. Quien ama de verdad, piensa en añadir valor y no restar. Quien ama de verdad, no anda buscando reconocimientos, porque el amor le basta. Quien ama de verdad, piensa en crecer, madurar, acompañar y alcanzar.

 

Quien ama de verdad, piensa en mucho más que un contacto físico, piensa en un contacto con el alma.

 

Debemos comprender que el amor piensa, que no es solo un acto natural, espontáneo o hasta impulsivo. El amor que piensa, sabe que no se trata de un amor a la ligera o de un momento; es un amor mucho más fuerte e intenso, donde la entrega, el respeto y la pureza se hacen presente.

 

Un amor que piensa se distingue por poseer estas cualidades:

1. Es armonioso: busca la paz y la armonía aún en momentos difíciles.

 

2. Sabe escuchar: escucha porque reconoce que no siempre tiene la razón.

 

3. Sabe esperar: espera los momentos indicados para dar pasos trascendentales.

 

4. Reconoce límites: no violenta el derecho del otro y no condiciona su amor.

 

5. Es constante: permanece para siempre, no se rinde fácilmente y no deja de ser. El amor que piensa nunca pasa. Versículo para reflexionar: El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor (1 Corintios 13:4-5).

 

Verónica González Montañez