Ayer en el día de la felicidad, una paciente llegó al consultorio sin poder ver (por glaucoma), hacia años que estaba en ese estado porque su anteojo no era el idóneo. Cuando Pablo empezó a probar otros elementos, se notaba en su sonrisa caída la falta de esperanzas de esta mujer. Hasta que encontró algo que le sentó mejor, ella aun desconfiada, insistía diciendo “no veo nada”. “Acerquesé más, tiene que ver un poco más de cerca” fueron las palabras de Pablo. Notamos que veía cuando su cara cambió completamente y nos iluminó su alegría, lo miró y le dijo “veo doctor”. A está alegría, Pablo la desafió con un “¿y puede escribirme algo?”, ella agachó la cabeza y escribió este papel…