La humildad que transformó al mundo

jueves, 13 de abril de
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La historia de Jesús, nos lleva a ver la humildad en todo su esplendor. Y es que Jesús nunca alardeó de lo que poseía ni mucho menos de quien era. Su propósito de vida, era uno trascendental y de gran envergadura, sin embargo siempre fue humilde de corazón. A Jesús lo movía el amor, la gente y la necesidad. Por este motivo, nunca condicionó su intervención, por el contrario, respondió a las necesidades a través del desprendimiento y sobretodo el amor. Por tanto, es beneficioso en este día meditar en la figura de Jesús, desde la perspectiva de la humildad, la entrega y la obediencia. Porque Jesús conocía lo que iba a enfrentar y aún así cumplió paso a paso su encomienda.

 

En el momento que se reúne con sus discípulos, conociéndolo todo, hizo el acto más humilde que nadie habría hecho. Jesús, en su amor y entrega, lavó los pies de ellos y les hizo la invitación a lavarse los pies los unos a los otros, como ejemplo a emular, como signo de entrega total y como muestra de amor a los demás. El lavatorio de los pies, representa la misericordia y humildad que poseía Jesús, y a la cual nos invita a cada uno de nosotros. Él conociendo todo lo que atravesaría, quien lo entregaría y todo lo que sucedería, no dio paso al coraje ni la venganza, sino que en ese momento activó su infinita compasión y les testimonió de lo que ellos también debían hacer como seguidores de Él.

 

Si hoy supieras que se acerca tu muerta, que tus amigos te van a entregar y te van a negar, ¿qué harías? Este es un buen momento para reflexionar en nuestras acciones, en lo que nos mueve, en las necesidades de los demás y en el amor que compartimos.

 

Asimismo, en cuan desprendidos somos de nuestras propias carencias, de nuestros anhelos e intereses, y como nos movemos hacia la evidente necesidad del hermano. Esto es humildad y amor, cualidades que Jesús nos invita a poseer.

 

Verónica González Montañez